En el muy poco probable caso de que haya algún lector que lo recuerde, hace quince días me perdí por los cerros de la dulce –ya no tanto– Francia y hasta prometí un enfático Continuará al final del artículo del que ahora, la verdad, me arrepiento. ¡Cambian tantas cosas en dos semanas y es tan débil nuestra capacidad de atención en estos tiempos apantallados! Les doy mi palabra de honor de que tengo en la cabeza ese segundo artículo que pensaba endosarles, pero me han vencido la pereza y el aburrimiento.
Macron me parece cada día más un personaje impostado que ha acabado por ser una caricatura de sí mismo. Y aunque en Francia sí ha habido revoluciones y guillotina y un rey decapitado, no creo que su rabia de hoy vaya a emular del todo tumultos del pasado, dicho sea sin pretender rebajar el nivel de una violencia que se ha asomado recientemente y en varias ocasiones a las calles francesas.
La parálisis y el malhumor de Francia llevan a una crisis institucional de primer orden
Les apunto un par de cosas que pensaba escribir y argumentar en ese segundo artículo nonato: la Unión Europea tiene una gran oportunidad, como la tuvo con el Brexit, para avanzar aprovechando que Francia se ha encerrado ensimismada y depresiva. Porque si algún país, pese a su riqueza, su tradición y su envidiable cultura y la defensa que hacen de ella, está enfermo de exceso de administración y sobrado de comités, ese es Francia, cuya parálisis y malhumor lleva, o eso me temo, directamente a una crisis institucional de primer orden. Eso, para empezar. Por otro lado, los males de la Francia de hoy son los de casi toda Europa. Baja natalidad, una desigualdad rampante que ha provocado el enfado de las clases medias, que ya no se sienten como tales. Unido todo al debate sobre la islamización y la integración o no de esas gentes que necesita la economía, pero estorban en el relato nacionalista, muy presente ahora en un Estado sobredimensionado, elefantiásico, que no es capaz ya de atender y defender la sanidad y la escuela públicas como lugares de excelencia y que interviene y legisla cada vez más sobre la vida de las personas. Los individuos están hartos de su propia sociedad. Y en eso, una vez más, Francia anticipa cuál es nuestro mal du siècle …
La nueva y la vieja ultraderecha crecen en toda Europa, también entre nosotros. Y lo hace, como Milei en Argentina, invocando un grito de libertad y rebeldía contra el sistema. La libertad, digámoslo claro, ha cambiado de bando. Y los que fueron siempre los valores de la izquierda socialdemócrata y la derecha democristiana se han fusionado en un continuo que una parte de la ciudadanía aspira a reventar. La democracia ya no les equivale a la libertad a esos conciudadanos, muchos de ellos jóvenes, que no encuentran apetecible ni su futuro ni, valga la paradoja, su pasado reciente. Y que viven en una comunidad virtual donde el turbocapitalismo tecnológico ha entrado a saco –el ejemplo de Musk es elocuente– y no saben ver que su supuesta libertad de expresión es manipulación que, además, enriquece brutalmente a los dueños de las redes. Somos pececillos sometidos al arrastre de las redes llamadas sociales. Y ahí nadie ha puesto vetos ni cuotas ni forzadas moratorias, al revés de como se está actuando con nuestros pescadores. Y es un buen y gran ejemplo de una burocratización por decreto que degrada las instituciones y la propia vida de unas gentes que se hartan de normas, papeles y restricciones.

Tendemos, creo que muy equivocadamente, a pensar que hay un neofranquismo en marcha en España. Y creo que no, que es otra cosa. Y que de Franco solo se acuerdan machaconamente el Polònia de TV3 y una izquierda que grita que viene el coco. Pero lo que ahora crece, incluso si aceptamos que viene con algún resabio franquista o hasta fascista, es algo muy distinto y que apunta a la búsqueda de un mesías, el consabido líder fuerte que nos mienta y nos diga que las aguas del mar se abrirán y llegaremos a una tierra prometida llena de miel y abundancia. Casi todo es propaganda y casi nada es reflexión. Sin embargo, como ya los filósofos antiguos discutían, uno no sabe si la realidad es un continuo, o sea, es única, o bien es múltiple y diversa. En resumen, que puedo estar tan equivocado y pesimista como nuestros vecinos franceses.