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Los niños hacen deporte

Los niños de hoy serán los hombres de mañana. Dicho esto, que queda bien y ocupa poco espacio, me asalta la duda: ¿las actividades extraescolares sirven de mucho o son una treta para agotar a los querubines y dejarlos planchados y que se duerman pronto?

 

Xavier Cervera

Yo juraría que las actividades extraescolares están sobrevaloradas y que no hay en la infancia de España tanta vocación de ceramista, pintor abstracto, ariete goleador, bailarín clásico o menda lerenda acuático. Vaya, que tratamos de despertar vocaciones que los niños no tienen e intereses que comparten entre fu y fa.

El deporte es la actividad extraescolar que más se estila. Al parecer, el deporte educa, no como en mis tiempos.

–¡No le zurres en la cabeza, que está estudiando!

El deporte frustraba –gran lección de vida para un niño–, hoy aspira a lo contrario

Nunca se termina de aprender a ganar o a perder, pero tengo la impresión de que hoy lo que se enseña es a participar y a no frustrar a un niño, de manera que juegan por igual patateros que virtuosos, los que hacen ganar a un equipo y los que lo llevan a perder.

–¿Cómo que te han dejado todo el partido en el banquillo? Se va a enterar el entrenador...

Lo bueno del deporte en el siglo XX era que, sin necesidad de pedagogía activa, formaba. Se jugaba para ganar y lo último que podía esperar uno era una palmadita si tu equipo venía de llevarse un saco de goles. Los árbitros no se explicaban. Los entrenadores, tampoco. Y los padres apenas aparecían por las gradas.

Lo mejor de todo era que alguien o algo del deporte infantil te ponía en tu sitio antes de que lo hiciera la vida adulta, por muy frustrante que fuese –lo era–, empezando por unas instalaciones deportivas cuyas duchas helaban el corazón (y otros órganos).

Tampoco se aceptaría un hábito del recreo ligado al fútbol, acaso por cruel. Dos chavales elegían a los que querían en su equipo hasta relegar, cual despojos humanos, a los más paquetes. Estas y otras cosas similares resultaban muy formativas para bajar los humos, estimular –nadie quiere calentar banquillo en la vida– y dedicarse al periodismo y no al balompié profesional. Así hemos salido.

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