Liderazgo y kakistocracia

Liderazgo y kakistocracia
Catedrático de Derecho Mercantil de Esade-URL

Kakistocracia (o caquistocracia, según la grafía que recomienda la Real Academia Española) viene del griego kàkistos, el peor, y kratos, gobierno; es decir, el gobierno de los peores. Se trata de una deriva a la que tienden muchos gobiernos, también en nuestros lares, cuando el líder prima en la selección de sus colaboradores la lealtad sobre la competencia.

Washington (United States), 13/11/2024.- US President-elect Donald Trump gestures during a meeting with House Republicans at the Hyatt Regency hotel in Washington, DC, USA, 13 November 2024. EFE/EPA/ALLISON ROBBERT / POOL

 

Allison Robbert / Efe

Pero la galería de los monstruos en que se convertirá el gobierno de Estados Unidos a partir del 20 de enero aconseja que nos acostumbremos a su uso. No hablemos del comandante en jefe, pues poco cabe añadir a lo que todos conocemos. Centrémonos en la cuidadosa selección de los miembros de su gobierno, que supera las expectativas más tenebrosas. Como ministro de Sanidad elige al más inepto de los Kennedy, un conspiranoico antivacunas sin la más mínima noción del funcionamiento del sistema sanitario. El Departamento de Defensa ha sido encomendado a Pete Hegseth, un presentador de la Fox cuyo único mérito es ser veterano de guerra, pero sin experiencia pública ni conocimiento de la gestión militar. Y como fiscal general propuso a Matt Gaetz, un congresista acusado de tráfico sexual de menores, despreciado por sus propios compañeros de partido, que finalmente renunció ayer al nombramiento. Podríamos seguir, pero resultaría reiterativo.

A la lista hay que sumar al emprendedor más genial que ha producido el ecosistema norteamericano. Elon Musk ha sido designado para reducir el gasto público en dos billones (de doce ceros) de dólares. Es decir, un tercio del presupuesto federal. Podríamos esperar que alguien dotado de una capacidad tan desbordante para crear nuevos mundos empresariales esté habilitado para tan magna tarea. No será el caso, porque es sencillamente imposible y las habilidades empresariales no necesariamente son trasladables a la política. Además, es muy probable que, en pocos meses, su carácter egocéntrico entre en rumbo de colisión con el de su (actualmente) amado líder.

Solo con liderazgos sólidos será posible contrarrestar la ola de irracionalidad carismática que se abre

¿Era esto lo que quería el pueblo norteamericano? Probablemente no. Pero votó a Trump con pleno conocimiento de causa, pues no paró de repetir en campaña lo que iba a hacer. ¿Por qué entonces el país más creativo e innovador de la Tierra es capaz de tomar el camino que decidió el pasado 5 de noviembre? Necesitamos tiempo para digerir la respuesta. Ha habido quien ha señalado como motivo el radicalismo woke que impregna el programa de los demócratas. Aunque desde luego no ayuda, no creo que se halle ahí la razón, sino en una combinación de ingenuidad, propia de un país que no ha sufrido nunca la opresión de la dictadura, y sobre todo de liderazgo.

Donald Trump, gracias a su estrategia falsaria de negar su derrota, pudo pre­sentarse ante su electorado como un ­hombre fuerte que siempre gana. Esa imagen se afianzó en su debate con Biden y adquirió un aura mítica al salir ileso del atentado que sufrió en el mes de julio. En un momento en que las ideologías se fragmentan en mil batallas, el electorado busca un referente. Sucedió en Italia con otro empresario salvador como Silvio Berlusconi, por no hablar de los liderazgos carismáticos que infestaron Europa en la primera mitad del siglo XX.

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A supporter listens as Republican presidential nominee former President Donald Trump speaks at a campaign rally at Williams Arena at Mignes Coliseum, Monday, Oct. 21, 2024, in Greenville, N.C. (AP Photo/Julia Demaree Nikhinson)

En el lado demócrata, Biden fue capaz de movilizar en el 2020 a un electorado que había constatado adónde podían llegar las políticas supremacistas y se había aglutinado en torno al movimiento Black Lives Matter, al tiempo que pudo comprobar la inepcia de Trump en la gestión de la covid, y cosechó 81 millones de votos gracias a una movilización histórica. Inició su mandato con todas las cartas a su favor, pero enseguida, con la precipitada retirada de Afganistán, empezó a decepcionar. Y a pesar de que sus políticas fueron en general más atinadas que las de su predecesor, fue demostrando su falta de empatía y liderazgo. No obstante, en lugar de dar un paso atrás en el momento apropiado, tiró la toalla cuando no tuvo más remedio. Y aunque nos ilusionamos con la sonrisa de Kamala Harris, la suerte estaba echada.

Vienen tiempos difíciles para la democracia y, particularmente, para Europa. Solo con liderazgos sólidos, anclados en valores firmes, será posible contrarrestar la ola de irracionalidad carismática que se abre. La reacción llegará, pero entre tanto vamos a sufrir amplias dosis de kakistocracia global.

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