Proxenetismo y no cantar 'El meu avi'

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Proxenetismo y no cantar 'El meu avi'
Redactor

La cosa va de conflictos y militares, esta semana. Las redes constatan que Putin se enfada si a Ucrania se le permite jugar con las mismas reglas que Rusia; que Mazón nombra militares para la reconstrucción, cuando no fue en su busca a tiempo para salvar vidas, y que el teniente coronel que cantó que su abuelo se fue a Cuba a bordo del mejor barco de guerra estaba, como mínimo, presuntamente detrás de prostíbulos y vinculado empresarialmente con un proxeneta que explotaba menores. De esto hace más de treinta años, en el club Gran Escala 2000, en el Empordà.

Josep Lluís Ortega Monasterio

Josep Lluís Ortega Monasterio

Efe

Lo constata el reportaje televisado Murs de silenci. Josep Lluís Ortega Monasterio es este último militar que en 1968 compuso El meu avi. Hay un antes y un después con esta pieza, una habanera que se ha convertido en un símbolo de identidad catalana y que está presente en prácticamente todos los cantos. Pero tras el documental se generaliza la opinión de que “cae un mito”. “Putero Monasterio”, reacciona un periodista en Bluesky.

Quizás sea necesario dejar de cantarla: “El mundo de la habanera está en shock en estos momentos”; “Cuando escuche El meu avi nunca será igual otra vez”; “No pienso volver a cantar El meu avi nunca más”. Alguien pide que se le retire la Creu de Sant Jordi que le otorgó la Generalitat en 1999. El Ayuntamiento de Puigcerdà, donde está enterrado Ortega Monasterio, ya está estudiando si retira los dos monumentos que lo homenajean en la ciudad.

Es el eterno debate sobre si se debe separar el arte del artista. Está dicho: el descubrimiento de este caso y de otros similares, como el de Michael Jackson, Woody Allen, Roman Polanski o Bill Crosby, no cambia la obra, ni tampoco al autor. Nos cambia a nosotros. En qué medida nos afecta este último factor depende de si subjetivamente, y no de manera objetiva, consideramos arte una pieza o la rechazamos.

También pueden darse otras situaciones. Hay quienes creen que la polémica durará menos que la alegría en la casa del pobre. “Nos lo comemos todo, y esta última anécdota caerá en el olvido, y esta habanera seguirá siendo cantada con reverencia”, sostiene @elllaurado.

La investigación revela muchas otras cosas, quizás incluso más importantes que lo que se afirma sobre el compositor de El meu avi. Destapa una red de clubs donde se prostituían menores de edad y pone de manifiesto la connivencia entre proxenetas y clientes, muchos de ellos cargos políticos, judiciales y personalidades de la flor y nata de la provincia de Girona. Para colmo, precisamente -y probablemente- uno de los jueces que absolvió a parte de los acusados también mantuvo relaciones sexuales con las adolescentes explotadas.

También es una denuncia a un proceso judicial que, vete a saber por qué, se limitó a una veintena de clientes, cuando hay una lista de 4.000 recibos de tarjetas de crédito firmados por usuarios del Gran Escala 2000. Es, igualmente, un intento de dignificar a las víctimas. Pero también es una nueva constatación de que hay quienes fingen, que éticamente tienen mucha tierra en La Habana.

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