Esta semana hemos asistido a la eliminación de Yahya Sinwar, el jefe de Hamas y el autor intelectual de la matanza del 7 de octubre de 2023. Hemos visto su muerte a manos de soldados israelíes, casi en directo, mediante el uso de un dron que grabó la escena en el interior de una vivienda medio destruida del sur de Gaza. Pocas veces unas imágenes han resultado tan impactantes para el espectador. Benjamin Netanyahu ha querido difundirlas por lo que supone de victoria militar, pero también de mensaje simbólico. Sinwar era el hombre más buscado, el enemigo numero 1, y el gobierno israelí lo ha matado dos veces: en el frente bélico y ante las cámaras.
Grabar la aniquilación del enemigo es un mensaje terrible. Netanyahu no hace prisioneros. En las imágenes aparece un hombre solo, medio enmascarado, sentado en un sillón de un apartamento semidestruido, donde se había refugiado tras haber resultado herido en un enfrentamiento con los soldados israelíes. Sinwar apenas se mueve pero, cuando ve el dron, aún lanza un bastón contra el artilugio antes de su final.
Hemos asistido desde el sofá, mediante un dron, a la eliminación del jefe de Hamas
Este vídeo nos remite mentalmente a otro en el que no vimos las imágenes que enviaban las cámaras de los soldados de la Navy Seal, cuando entraron en la vivienda de Bin Laden en mayo de 2011, en las afueras de Islamabad. No presenciamos la operación bélica, pero sí pudimos fijarnos en los rostros del presidente Barak Obama, de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, y de sus colaboradores más cercanos ante un ordenador de la Situation Room, ubicada en el sótano de la Casa Blanca, donde asistieron a la operación en directo. De aquel día recordamos a Hillary con la mano en la boca, como expresión de asombro. En aquella ocasión, el mundo intuyó la contundencia de la acción bélica por las expresiones de la cúpula de Washington, pero no contemplamos las imágenes.
Joe Biden ha dicho en Berlín que este momento debería servir de oportunidad para la paz, para un futuro mejor en Gaza sin Hamas. Otros dirigentes son menos optimistas y temen por el futuro de los rehenes que siguen vivos. Es lo que tienen los laberintos: se sabe como se entra, pero nunca cómo se sale. Incluso cuando el Minotauro ha sido eliminado.