Suena estupending: reducir la jornada laboral para aumentar la productividad, mejorar la salud y cuidar del planeta. La que esto firma también pertenece a esa clase social que se gana la vida con el sudor de su frente, así que de entrada todo lo que sea trabajar menos, mejor, y si es posible con más paga, pues descorche de champán. Pero por favor, que sea para bien, el proyecto que prepara Yolanda Díaz.
Quizás porque las cosas son más complicadas que los eslóganes políticos, las redes no están tirando cohetes y se mantienen en una entre ilusionada/inquieta expectativa, salvo los lamentablemente abundantes tuits que parecen añorar la esclavitud. Claro, dicen, y luego trabajar dos días a la semana, o seis meses de vacaciones… ¿Los promociona Elon Musk? Porque en Silicon Valley trabajar 60 horas semanales para ganar puntos está muy bien visto. Aquí va a ser que no.
Pero entre los comentarios hay mucho a tener en cuenta, dudas razonables. Esto es lo que hemos encontrado después de un concienzudo rastreo.
Hay quienes recuerdan que sólo una parte de los trabajos, en especial los funcionariales, y no se tome esto como una crítica sino como una constatación, no dependen de la cantidad de faena que hay que sacar. ¿Qué pasará si se mantienen los mismos objetivos pero hay que desarrollarlos en menos horas? Trabajo a destajo, más presión, más cansancio, mayor malestar mental y físico. ¿En eso consistiría mejorar la productividad? ¿O se harán más contratos para que no haya que deslomarse en esas horas convenidas?
¿Sale a cuenta una semana laboral de cuatro días condensando las horas que hay que hacer sin rebajarlas previamente? Resulta muy discutible. En realidad, una de dos, o se baja también el cómputo semanal antes de distribuirlas, dejándolas en 32, o con 37,5, y más con 40, de lunes a jueves habría que eternizarse en el curro, olvidarse del gimnasio, de ir a una conferencia o a un museo, de citarse a comer o una copa con los amigos… ¿Y dónde queda la flexibilidad de jornada? A unos les compensaría, pero a otros no tanto.
¿Zombies cuatro días a cambio de tres de libertad? Tres días para la familia, las relaciones personales, los fines de semana largos. Suena de nuevo bien, pero ya sabemos lo que pasa, que tenemos la experiencia de los puentes: el que puede se las pira. ¿De verdad que vamos a socializar con otros padres de la escuela esos días, ya que no se podría recoger a los niños en el colegio? Quien dice eso, dice otras cosas. ¿Todas las actividades se tendrán que concentrar en viernes, compitiendo con la compra y etcétera?
La cosa se complica con este tuit de Iñigo Errejón, de hace unos meses, pero que sigue dando y recibiendo, tal vez porque pone el dedo en la llaga: “El tiempo libre no puede seguir siendo un lujo”.
Totalmente de acuerdo, pero para tener que competir con los jubilados de antaño y visitar obras por la ciudad como gran distracción, pues como que no. Porque para disfrutar del tiempo libre hace falta dinero, vamos, un salario como mínimo suficiente. Ese es el quid de la cuestión. Más desigualdad: no todo el mundo podrá disfrutar del ocio de la misma manera.
La reducción no va afectar a los salarios, pero hay que leer la letra pequeña, o la no letra. Porque si se sustituyen las subidas salariales por esta reducción de jornada cobrando lo mismo, a los que no llegan a fin de mes, y son millones, pues les va a hacer maldita la gracia: “no sirve de mucho la reducción de jornada si no te llega a fin de mes. Para el pluriempleo, en todo caso”, (@zorroiberico).
En el tema del salario y el pluriempleo coincide @Menahlvs: “está bien llevar a cabo una reducción de la jornada laboral, pero con los sueldos de mierda no va a dar para tener tiempo libre. En todo caso, con ese tiempo, dará para buscar otro curro para poder llenar la nevera”.
Aquí lo dejamos.