Hoy sería su cumpleaños. Habría sido. Era. Es. No sé qué tiempo verbal utilizar. Mi tía Sandrine murió hace dos noviembres. Y al vaciar su casa, mi otra tía madrileña, Nathalie, encontró guardadas las cartas que le escribí. Me las envió en un sobre verde. La primera no está fechada. Pero la caligrafía en mayúsculas y alguna S al revés, los dibujos de gato, sol, niña y conejo, todos sin nariz, casa y árbol feo, “ola madrina es lucia ce lo aecho”, el folio amarillento, dan pistas.
La segunda, papel de carta con flores, dice también en mayúsculas: “Querida Sandrine, te doi un beso, te quiero mucho, ¿Tiua se porta bien? Te ago un dibujo por detras”. Tiwá era la perra de mis abuelos. La tercera es de noviembre del 83, en el mismo papel floreado. Le cuento que mi hermano pequeño ya camina por la casa “sin manos”, que tengo casi seis años y medio, me va muy bien en el colegio, aprendo catalán y me han apuntado a boleros ( ball de bot ). Que pronto iremos a Madrid. Dibujo de casa, árboles, sol y princesa con los ojos cerrados, que dice: “No ladres, perro”, y el perro hace buau buau.
En 1985 tengo buena letra, y le digo que también he escrito a Copito y Mamy (mis abuelos), pero que no enviaré la carta porque es “viejísima”, del 2 de enero, y “yo hoy estoy a 1 de febrero”. En mayo le escribo a lápiz en papel rosa. Le doy las gracias por un regalo y le pregunto: “Que, ¿estás bien en tu nueva casa? Espero que sí, porque si no, más hubiera valido no comprártela” (era alquilada). Detrás, el collage de una mariposa.
Le cuento que tengo casi seis años y medio, me va muy bien en el colegio, aprendo catalán
Las de del 88 y del 91 están en un papel de carta con mi nombre grabado. En una pone: “Para una tía vieja que hace el cumpleaños, le estiro de la oreja aunque no te haga daño”; un asterisco en ‘cumpleaños’, y a pie de página, “no pronuncies la ‘s’, que no rima”. En el sobre de la otra dibujé un pastel y, en letras de colores: “Feliz cumple”. Hay más, del 89, del 90. Hasta que supongo que fui mayor y, cuando mejor dibujaba dejé de hacerlo, y empecé a telefonearla, y tiempo después pasamos al watsap. Un día me mandó uno que ponía: “Un écrivain doit se rendre très loin, là où plus personne ne peut l’aider. J.F. Zimmermann”.
Hoy sería su cumpleaños. Habría sido, era, es. No sé qué tiempo verbal le corresponde. He recordado como siempre que tengo que felicitarla.