Envidia cochina

Envidia cochina
Emilio del Río
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"Es fácil entender por qué surge la envidia, contra quiénes y en qué circunstancias. La envidia es un malestar que sentimos hacia personas iguales a nosotros cuando tienen éxito en ciertos bienes, no porque esperemos obtener algún beneficio de ello, sino simplemente por la prosperidad de los demás en sí misma”.

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Concesionario de Lamborghini 

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Esto lo escribe Aristóteles en su obra Retórica, por así decirlo, el primer manual de comunicación, de hablar en público de la historia, hace 2.400 años. Y sigue para advertir de que no nos dejemos engañar por la envidia. ¿Qué tiene que ver la envidia con hablar en público? Se refiere a la envidia y a otras emociones porque entender y manipular las emociones del oyente es clave para lograr que un discurso sea persuasivo. La envidia es una emoción que inclina la opinión pública, y un orador eficaz –afirma Aristóteles– debe saber identificarla, jugar con ella y canalizarla para lograr su objetivo, hasta el punto de que le dedica ¡un capítulo entero! La envidia es un recurso habitual en el discurso de los demagogos.

La frase de Sánchez “menos Lamborghinis y más transporte público” pretende manipular la emoción de los ciudadanos

Recordaba todo esto en torno a la envidia a propósito de la frase memorable de Pedro Sánchez “menos Lamborghinis y más transporte público”, diseñada para provocar una reacción emocional hacia quienes se compran estos coches de lujo (por cierto, 46 en España en el 2023). Es el ejemplo perfecto del uso de la envidia para manipular la emoción de los ciudadanos: contrapone algo que beneficia a la sociedad en su conjunto, como el transporte público, con la compra de un coche de lujo que muy pocos pueden permitirse. Un coche de esos me parece una horterada, pero contribuye a las arcas del Estado mediante impuestos elevados. Ya los romanos cobraban más impuestos por los artículos de lujo.

Al despertar la envidia, además, desvía la atención. Para defender realmente el transporte público, es fundamental que funcione de manera eficiente y fiable. Esto significa que los trenes, por ejemplo, no sufran retrasos constantes, y ofrezcan frecuencias suficientes para adaptarse a las necesidades de los ciudadanos. Un sistema de transporte público eficaz es aquel que se convierte en una opción viable y preferible para la mayoría, porque es puntual, accesible y cómodo. La comparación con coches de lujo, como los Lamborghinis, desvía el foco del verdadero problema: la mejora de infraestructuras y servicios. Pienso en todo esto mientras sufro, otro día más, un retraso de una hora y diez minutos en el tren de cercanías. Gracias a Sánchez me consuelo pensando en que… ¡el del Lamborghini estará en un atasco en la entrada a la ciudad!

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