¿Dónde se esconden hoy los “hombres de verdad”? Porque en Rusia no hay, o al menos el ministerio de Defensa no los encuentra. Al gobierno ultraderechista y neozarista de Vladimir Putin parecen crecerle los enanos o, al caso que nos ocupa, amanerársele los mozos. Este domingo “Rusia” se convirtió de nuevo en tendencia en redes sociales merced a un anuncio de reclutamiento para su invasión de Ucrania más macho que una ranchera de Alejandro Fernández.
Pero la noticia no es el enfoque trasnochado de la propaganda rusa, sino la insistencia en repetir exactamente el mismo mensaje con olor a Farias y Varón Dandy año y medio después. De forma que las nuevas campañas suponen un explícito “¿pero no me estáis oyendo?” de padre que ha perdido el control de la sobremesa familiar.
Hace año y medio, el gobierno neocolonial de Putin ya lanzó una campaña de propaganda de reclutamiento para jugadores compulsivos de Call of Duty: Modern Warfare, en la que aparecían maromos macerados en clembuterol dedicados a actividades propias de un país civilizado y les lanzaba preguntas contra su autoestima de masculinidad frágil: “¿Este es el tipo de defensor en que sueñas convertirte [a un vigilante jurado en la góndola de la fruta de un súper]? ¿De verdad tu fuerza reside en esto [a un cliente del gimnasio levantando pesas]? ¿En serio eliges este camino [a un conductor nocturno de taxi]? Eres un hombre de verdad. Actúa como tal”. Ve a la guerra, carajo. No funcionó muy allá, lógicamente.
Aquel spot de abril de 2023 insertaba en planos alternos a esos muchachos, armarios roperos domesticados por la plácida vida moderna, con escenas de verdaderos soldados en acción, dando a entender que a partir de ciertos niveles de testosterona impedir que roben en el Carrefour o levantar más kilos que nadie en la bancada son sucedáneos del verdadero destino de cualquier musculitos: matar gente. La propaganda acostumbra a ser barata, pero lo de Rusia es desde hace tiempo un zoco de Todo a 1 Euro.
Si la campaña de 2023 era de brocha gorda, el ministerio de Defensa ruso ha decidido ahora tirar la casa por la ventana y su último spot ya no apela a los porteros de discoteca que deberían estar asesinando ucranianos en lugar de controlar el acceso de niños pera con zapatillas deportivas a las salas de baile, sino que establece una comparación entre los varones sanos, uniformados y decididos a disparar contra los enemigos de la patria y los chicos modernos, sexualmente ambiguos, activos en redes y despreocupados del destino de la madre Rusia.
Ahora, los planos de los aguerridos soldados rusos ya no se contraponen a los vigoréxicos de gimnasio sino que directamente señalan como culpable de la decadencia a cualquier expresión de masculinidad cuya construcción de identidad no esté basada en la violencia y la fuerza. Los antagonistas de los virtuosos patriotas de los subfusiles son, en el nuevo alarde de propaganda moscovita, un muchacho con camiseta rosa de tirantes, tatuajes y piercings que se come un helado sentado en un banco del parque, un pelirrojo con pendientes y americana salmón tomando un batido en una fiesta y, en tercer lugar, un influencer moreno de uñas pintadas y sugerente eyeliner sentado sobre el capó de un deportivo. Es decir, el enemigo del patriotismo es la posmodernidad. Un anciano nonagenario de cualquier aldea española traduciría el anuncio como: “No seas maricón, ven a matar”. Y seguramente el Kremlin asentiría complacido ante la sucinta traducción.
Hay que agradecer a Rusia la sinceridad de su propaganda: en el presente combaten las viejas masculinidades heridas contra las conquistas de la modernidad
Hay que agradecer al gobierno de Rusia la sinceridad de sus campañas, que hacen patente el sentido último de la batalla por la liberación de Ucrania, aplicable por supuesto a lo que ocurre con la invasión de Gaza: el presente es el escenario del combate entre las viejas masculinidades heridas y las conquistas de la modernidad. Los atrasistas pugnan por el regreso a mundos viejos, beatos, simples, de valores rocosos, indiscutibles, que permitirían reconstruir escenarios circulares donde el mundo fuera siempre igual a sí mismo. Esos mundos que, en realidad, jamás existieron. Frente a un muchacho que toma un granizado de limón, los guerreros de la Ilustración Oscura, encabezados por Donald Trump, Vladimir Putin y Benjamin Netanyahu –tres hombres blancos, viejos y heterosexuales–, prefieren un soldado que perfora con su cuchillo de caza una lata de judías rancias. Hay muchos hombres maduros a nuestro alrededor deseando decir algo así que agradecerán a Rusia su empeño en reconducir el mundo a los viejos cauces de las sociedades verticales.
Ese esfuerzo propagandístico del Kremlin transparenta el sentido real de la contienda contra el presente que libra la Internacional Reaccionaria y ahorra por tanto muchas explicaciones. El aspirante a la presidencia Donald Trump escribió ayer en todas sus redes sociales (todo en mayúsculas, como hacen los verdaderos energúmenos digitales): “Odio a Taylor Swift”. La cantante de Pensilvania es guapa, joven, tiene talento y también éxito comercial. Y además pide el voto para Kamala Harris. Cómo no la va a odiar un hombre anciano con el pelo teñido cuyo mayor mérito es haber nacido multimillonario y haberse librado de la cárcel tras múltiples escándalos financieros y sexuales. E incluso tras haber promovido un golpe de Estado.
Digan lo que digan los analistas más circunspectos, las luchas del presente son muy fáciles de entender.