Tras el debate de Biden y Trump el 28 de junio la suerte parecía echada. Biden confirmó las sospechas de senilidad incipiente con su titubeante discurso. Trump volvió a ser el viejo enérgico y descarado que moviliza a sus fieles a base de mentiras y prejuicios. El establishment demócrata decidió jubilar con honores a su honorable presidente. Obama fue decisivo en este aspecto, por algo fue su jefe. Y todos se agruparon en torno a Kamala Harris como única candidata viable, no había tiempo para más. A pesar de que pocos la conocían y muchos tenían dudas porque Biden la mantuvo en la sombra. Su gran apoyo era y es Obama porque eran amigos de hace tiempo, y el único que estaba seguro de su potencial. La convención demócrata la nominó por aclamación. Y también fue una potente plataforma de lanzamiento porque los Obama hicieron discursos extraordinariamente movilizadores.
Muchos, incluido yo, veteranos de la campaña de Obama, sentimos esperanza de nuevo. La esperanza es el antídoto del miedo, la principal emoción que Trump intenta instigar con su demagogia. Y de repente Harris salió de su habitual discreción y apareció como una mujer fuerte, convencida y convincente, con una historia personal que evoca el mito estadounidense como nación de posibilidades ilimitadas para emigrantes educados y trabajadores. Prometió ser baluarte de defensa de los derechos de las mujeres y preservar el Estado de bienestar que Obama y Biden estaban construyendo.
Suscitó tal entusiasmo inmediato entre los demócratas desmoralizados y resignados que en apenas unas semanas le dio la vuelta a los sondeos. No enteramente. Hoy por hoy (a fines de agosto), las encuestas nacionales reflejan un empate técnico, mientras que en los estados decisivos para la victoria en el colegio electoral la situación es de empate (Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Virginia, Arizona) o de ventaja para Trump en Georgia, Carolina del Norte y Ohio, este último proverbialmente indicador de los ganadores de elecciones, donde Trump lleva ventaja por 12 puntos.
El punto débil de Harris es su inexperiencia y desconocimiento de la política internacional
Sin embargo, puesto que la política es ante todo emocional, este cambio de tendencia multiplica el apoyo potencial a Harris, en particular entre las mujeres y los jóvenes. Circunstancias imprevistas como el apoyo de Kennedy a Trump beneficia a los demócratas, que eran mayoría en sus simpatizantes.
El punto débil de Kamala Harris, tanto en la elección como en su posible presidencia, es su inexperiencia y desconocimiento de la política internacional. De modo que persiste en el apoyo incondicional a Israel, repitiendo las palabras misericordiosas de Biden sobre Gaza, y apuesta por apoyar a Ucrania hasta el final, algo en que la ciudadanía está dividida. Ahí la espera Trump, que agita el esperpento de una guerra mundial provocada por Harris. Y hay algo más: ¿puede ser elegida una mujer negra-india por esa mayoría de hombres blancos, incluidos los evangélicos, alarmados del poder de las minorías y resentidos por haber perdido el control de las mujeres? Les remito a mi análisis incluido en el próximo Vanguardia Dossier sobre el tema.