Milagro supremo

FUTUROS IMPERFECTOS

Milagro supremo

William Shakespeare escribió: “Malgasté el tiempo y ahora el tiempo me malgasta a mí”. Puede que en los últimos días los miembros del Consejo del Poder Judicial hayan releído al dramaturgo inglés y hayan temido que, si dejaban pasar más días sin elegir un presidente, no solo el tiempo se les vendría encima, sino también el descrédito. Renovar la institución ha costado cinco años y siete meses. El PP ha intentado mantener la caducidad del Poder Judicial con la intención de que el Consejo se convirtiera en un contrapoder del Gobierno, dada su mayoría conservadora. Pero una vez alcanzado un acuerdo para su renovación, el siguiente obstáculo ha sido elegir una presidenta, que a la vez lo es del Tribunal Supremo, porque había la voluntad de que fuera una mujer quien ocupara el cargo.

La presidenta del CGPJ i del Tribunal Suprem, Isabel Perelló

  

CGPJ / ACN

Un mes han tardado en pactar un nombre. Finalmente, el puesto lo ocupara la jueza progresista Isabel Perelló, magistrada del Tribunal Supremo nacida en Sabadell, que se convierte en la primera dama en presidir el órgano de gobierno de los jueces. La dura batalla entre conservadores y progresistas ha concluido con un compromiso tras varios intentos fallidos. Los jueces próximos al PP propusieron en la recta final a la magistrada Carmen Lamela, que mantuvo dos años en la cárcel a Sandro Rosell, a quien el tribunal consideró inocente, y que procesó por sedición al mayor Josep Lluís Trapero, que igualmente fue absuelto por el tribunal de la Audiencia Nacional.

Conservadores y progresistas alcanzan un acuerdo para la presidencia del CGPJ

La fumata blanca ha costado lo suyo. Parecía que el CGPJ quería competir con el cónclave que eligió papa a Gregorio X, tras 34 meses de votaciones. Las autoridades religiosas estaban tan divididas políticamente como el Poder Judicial español, aunque la discrepancia iba de la influencia de las monarquías. Para presionar a los cardenales, se les redujo el pan y el agua e incluso se quitó el techo del palacio papal, de tal modo que pasaban hambre, sed y frío. El argumento del cardenal Juan de Toledo para dejarlos a la intemperie fue claro: “Vamos a descubrir el salón para que entre el Espíritu Santo”. A las pocas horas del inicio del año judicial, fue el sentido común el que llegó volando. Todo un milagro del Supremo.

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