Pocos días antes de la convención demócrata que la nombró candidata a la presidencia de EE.UU., Kamala Harris anunció un paquete de medidas económicas para combatir la inflación y mejorar el nivel de vida de las clases medias. Pero para el votante norteamericano seguía siendo un misterio qué piensa y qué propone la actual vicepresidenta si gana el 5 de noviembre. Su posicionamiento sobre temas como la inmigración, la crisis climática y los diversos escenarios de la política exterior era una incógnita que era necesario aclarar.
No se puede decir que en su primera entrevista concedida sin guion, acompañada de su número dos, Tim Walz, hiciera grandes revelaciones. Ante las cámaras de la CNN, Harris declaró: “Creo que mis valores no han cambiado”. Sin embargo, defendió algunos giros de su política hacia el centro y avanzó que podría nombrar a un republicano para su gobierno si es elegida. Porque, efectivamente, la candidata demócrata se ha movido hacia el centro desde que, en el 2020, se postuló a la presidencia hasta que tomó el relevo de Joe Biden. Y es que el pragmatismo electoral obliga.
La candidata demócrata dice que sus valores no han cambiado, pese a la evolución de su ideario
Así, ha endurecido su posición sobre la inmigración en la frontera mexicana recordando que en sus dos mandatos como fiscal general de California persiguió, entre otros, a los narcotraficantes y el tráfico ilegal de personas por la frontera. También ha cambiado de opinión y ya no defiende la prohibición del fracking , un método de producción de energía que crea mucho empleo en Pensilvania, uno de los estados que serán decisivo en noviembre. En el 2019 era partidaria de prohibir la fracturación hidráulica. El jueves fue tajante: “Como presidenta no prohibiré el fracking ”. Justificó su cambio afirmando que la crisis climática es real y es un tema urgente sobre el que hay que aplicar “medidas sujetas a plazos en el tiempo”.
Sobre la guerra de Gaza, Harris proseguirá la política efectuada por Biden y evitó responder si pausará el envío de armas a Israel si aumentan las víctimas civiles palestinas. Reiteró su apoyo a Israel al tiempo que insistía en que “demasiados palestinos inocentes han sido asesinados”.
Resulta evidente que Harris quiere llevar al Partido Demócrata al centro para comer terreno a Trump. Ser continuista respecto de Biden, pero marcando distancias con él. Presentarse como la candidata del cambio, que quiere encabezar una nueva era, como ella dijo, pero a la vez defender el Gobierno del que forma parte.
Por eso ya han asomado las críticas por no haber puesto en marcha durante su mandato las medidas que ahora propone si llega a la Casa Blanca. Cuando se acerca la cita electoral, las preguntas sobre cuál es realmente el ideario político de Harris cobran fuerza. ¿Es el de la que fue fiscal general en California? ¿El de la senadora progresista en su paso por la Cámara Alta? ¿El de la candidata presidencial del 2020 que hizo suya la agenda izquierdista demócrata? ¿O el de la actual nominada que apuesta por un giro al centro?
Kamala Harris defendió sus contradicciones, pero se mantuvo cauta. Resulta indudable que se presenta como continuista del legado de Biden, que ha asumido, y su movimiento hacia el centro va a la caza del voto republicano. Su sugerencia de nombrar a un republicano en su gabinete es toda una jugada simbólica para demostrar que gobernaría de modo bipartidista.
En televisión se ha visto a un Tim Walz testimonial, pero más suelto que Harris, quizá por estar más acostumbrado a hablar en público sin guion. A la candidata aún le cuesta ser espontáneamente contundente y evitar divagar. Son aspectos que tendrá que mejorar ante el horizonte inmediato –el próximo día 10 de septiembre en Filadelfia– de su debate televisado con el candidato republicano, Donald Trump. En la CNN, sentada en una mesa desangelada de un café de Savannah, Harris ha salido ilesa, sin hacer grandes revelaciones, pero también sin meter la pata ni cometer errores.