Picapleitos en Des Moines

POSTALES AMERICANAS

Picapleitos en Des Moines

Las dos cosas peores que EE.UU. ha dado al mundo son, por este orden, los canales informativos de televisión 24 horas y los picapleitos especializados en la caza de comisiones. Dejemos a un lado las cadenas televisivas. No es conveniente que sea yo, perteneciendo al gremio periodístico, quien se encarnice con ellas.

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En cambio, de los segundos sí puedo largar no habiéndolos en mi familia. A lo que vamos. Resulta que todas las carreteras de EE.UU. son una secuencia ininterrumpida de anuncios de abogados que prometen exactamente lo mismo: grandes indemnizaciones a quien los llame tras haber sufrido un accidente.

Se trata de carteles gigantescos que usan siempre la misma creatividad. Un señor o una señora sonrientes, requetebién peinados y sonrientes, te aseguran que si tienes un susto en la carretera se acabaron tus problemas materiales. Ellos se encargan de que alguien te llene los bolsillos. Para dar credibilidad a tan efectista promesa cada uno tiene su propia estrategia. Unos se sirven del altruismo y dicen que solo cobrarán si logran la indemnización que prometen. Otros sacan pecho de lo conseguido: “Llama a Sam. 10 millones repartidos desde el 2020”. Y algunos apuntan al corazón patriótico de sus convecinos: “Texanos trabajando para texanos heridos en la carretera”.

Todas las carreteras de Estados Unidos son una secuencia de anuncios de abogados

Hay tantos y tantos anuncios que uno acaba por entender el motivo por el cual en EE.UU. hay un montón de gente dedicada profesionalmente a estafar a las aseguradoras. Hasta yo mismo me he sorprendido fantaseando con la idea de empotrarme calculadamente contra un camión como camino más rápido, y a estas alturas el único posible, de hacerme millonario.

Estos abogados son la versión más moderna de los antiguos cazadores de recompensas: la justicia no importa, el dinero sí. Aunque quizás resulte que estos personajes s sean absolutamente imprescindibles. Porque EE.UU. también es el lugar donde es más probable que las aseguradoras estafen a sus clientes. Y visto desde este ángulo, estoy tentado de llamar a un tal Paul –ese es el nombre del anuncio– y preguntarle si sería suficiente con que me atropellase un niño montado en un triciclo infantil para poder cancelar mi hipoteca. Cobarde que es uno, pero con el camión no me atrevo.

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