Antes absurda, ahora peligrosa

Antes absurda, ahora peligrosa

Tiempo atrás, Isabel Díaz Ayuso me parecía absurda. Ahora me parece peligrosa. Me pareció absurda, pongamos por caso, el 17 de marzo del 2019, cuando las tres derechas se reunieron en la foto de Colón y Ayuso se felicitó por los 45.000 asistentes al encuentro, y añadió que “si les sumamos los que no han venido, veremos que la cifra es mucho mayor”. Me pareció peligrosa el pasado 21 de junio, cuando condecoró a Javier Milei y alabó “la firmeza y el coraje” del presidente argentino, el mismo que proclama que la justicia social es una aberración e insulta a autoridades españolas.

MADRID, 11/07/2024.- La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el homenaje al concejal del PP Miguel Ángel Blanco este jueves, en Madrid. EFE/ Mariscal

 

Mariscal / Efe

¿Para quién es peligrosa Ayuso? Pues, por ejemplo, para Vox, a cuyo electorado corteja. “Dios no me hizo perfecta y, por eso, no soy de Vox”, ironizó el 14 de noviembre del 2019 durante un rifirrafe en la Asamblea de Madrid con la ultra Rocío Monasterio. Su frase marcaba distancias con los de Abascal, pero expresaba afinidad ideológica, puesto que asociaba, temerariamente, la perfección a Vox.

Ayuso es también peligrosa, y no poco, para su propio partido, el PP. En primer lugar para la dirección de Alberto Núñez Feijóo, cuyo antecesor, Pablo Casado, cayó fulminado a raíz de su enfrentamiento con la presidenta madrileña. Desde que sucedió a Casado como presidente del partido en abril del 2022, Feijóo ha visto su autoridad continuamente socavada por una Ayuso con agenda propia en la esfera local, la nacional y, ahora, la internacional, que condiciona la de su teórico líder. Y es peligrosa también para el PP en su conjunto, que ciertamente siente ahora en Madrid debilidad por Ayuso –la última encuesta le da cuatro diputados más en la Asamblea, hasta 74, con el 51% del voto–, pero que a escala nacional debería cultivar con más convencimiento y coherencia el perfil centrista. Porque Madrid, al decir de Ayuso, es España. Pero España no es Madrid. Entre otras razones, porque no goza de sus privilegios.

Actuar contra la razón puede situarnos en la antesala de la desgracia colectiva

Más allá de siglas políticas específicas, Ayuso es también peligrosa porque contribuye al corrimiento de la derecha hacia el populismo y la ultraderecha, en una coyuntura política tensionada y a la vez fluida. En España, ese corrimiento avanza como los hielos de un glaciar, sin prisa ni pausa. Alvise birló a Vox 800.000 votos en las europeas del 9 de junio, y Vox se ha consolidado con exvotantes del PP. Da la impresión de que a Ayuso no le importaría capitanear a toda esa tropa. En Europa, dicho corrimiento tampoco cesa: las elecciones francesas tuvieron en vilo a todo el continente por el avance de la ultraderecha. En la Unión Europea ya había dos grandes grupos de ultraderecha, los alemanes de AfD lanzaron la idea de formar un tercero, y ahora son los de Orbán, el amigo de Putin, los que dominan…

¿Tiene freno y marcha atrás esta deriva? Depende de varios factores. Electoralmente, estamos hablando de un fenómeno al alza: el 9-J el número de ­diputados ultraderechistas en el Parlamento Europeo pasó de 151 a 185. Políticamente, hablamos de la necesidad de adoptar estrategias comunitarias que den respuestas satisfactorias a asuntos como la política social o la inmigración. Sociológicamente, el análisis arroja un resultado aún más preocupante: una parte relevante de los votantes más jóvenes han perdido la confianza en un sistema que les ofrece empleos precarios pero no vivienda, y se informan en redes sociales plagadas de bulos, siendo campo abonado para los mensajes en TikTok, como los de Jordan Bardella y otros nuevos líderes extremistas.

No es que Ayuso sea manca en las redes sociales, donde cautiva a los ayusers con guiños de influencer implacable. Pero, en realidad, le bastaría con su chulería, con los discursos agresivos que le escribe el director de su gabinete de Presidencia (y ella lee aplicadamente), y con su defensa de una libertad que se agota en las terrazas, las cervezas y los atascos de madrugada en la Castellana.

Lo absurdo y lo peligroso son conceptos distintos. Pero acaso encadenados. Decimos que es absurdo lo que atenta contra la lógica y la razón. Decimos que es peligroso aquello que amenaza con desgracias o accidentes. Y actuar contra la razón, como hace la ultraderecha cuando desbarra con su discurso anti- Ilustración, puede situarnos en la antesala de la desgracia colectiva.

Lee también
Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...