Juventud y futuro

Juventud y futuro

Una excelente investigación acerca de cuáles son las mejores estrategias cognitivas para el aprendizaje de los estudiantes apunta a que no hay que subrayar, ni resumir, ni escuchar música mientras se estudia. La ansiedad o la falta de seguridad en uno mismo tampoco ayudan. Memorizar una lección implica entender lo estudiado, conectarlo con cosas ya sabidas y explicarlas a alguien en voz alta o redactar resúmenes sin mirar la fuente. Estas pautas implementadas por el profesorado en sus lecciones pueden mejorar la calidad y el interés por la educación. Básico para dar confianza al relevo generacional. También va a ser necesario implantar sistemas que potencien el equilibrio entre memoria, capacidad de concentración y el uso eficaz de las redes sociales y de la IA.

El sistema educativo necesita incrementar las clases prácticas y los debates presenciales entre alumnos y profesores, tratando de imaginar futuros viables en las materias respectivas, despertar entusiasmos y despejar incógnitas. Cualquier método o programa ha de aproximar los estudios a las necesidades reales que sienten los jóvenes en favor de una sociedad que afronte y resuelva los problemas que tanto les afectan. Para que las nuevas genera­ciones dejen de ser devoradas por las opciones­ del ocio hedonista, del entretenimiento obsesivo en las redes sociales, o de caer en narcisismos autistas como paliativos a la angustia y a la inseguridad de unas políticas que no trasforman, hay que despejar esperanzas con hechos cumplidos. Las élites económicas y políticas deben dar muestras de ética, diálogo, ejecución y talento. Las decisiones no admiten demora.

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Xavier Cervera

Los jóvenes ven el futuro en números rojos, sin distinguir avances positivos desde el poder que sostiene la sociedad tal como hoy está gestionada. Sienten la exclusión por impotencia y por falta de oportunidades al finalizar los estudios y más allá de ellos, mientras crece la duda sobre qué apuestas novedosas pueden crear por sí mismos para romper el cerco de la impotencia y dar la vuelta al aumento­ de la desigualdad, a la crisis climática, a la emigración, a la corrupción.

Un porcentaje de jóvenes disienten de forma gamberra y siguen en las redes los locos relatos de Se Acabó la Fiesta. Ochocientos mil jóvenes y adultos han votado esta opción en las elecciones europeas como reacción antisistema, sin distinguir los bulos que proclaman como infor­mación verdadera, obviando las catás­trofes a las que condujeron formaciones políticas semejantes en un pasado no tan lejano.

Los jóvenes se han de convertir en nuevos agentes de cambio, capaces de dar forma a sociedades justas

La escasez de estudios humanísticos, de historia, literatura y filosofía en los cuatro años de la ESO y en los dos de bachillerato provoca ignorancia, que a su vez genera falta de referencias acerca de cómo se ha ido forjando la civilización europea y la cultura democrática que ha desarrollado las libertades, la seguridad social, la asistencia médica y la educación básica gratuita, entre otros logros.

Los jóvenes de hoy desconocen los contextos de anteriores generaciones y cómo lograron ser protagonistas de importantes cambios sociales, culturales y políticos durante las dos últimas décadas del franquismo y los primeros años de la democracia. En las décadas de los sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, la juventud se unió en un nosotros colectivo y hasta fue considerada por muchos sociólogos como una nueva clase social. Una clase, motor de cambio, que trabajó desde el optimismo, sin cánones ni impotencias, en favor de un futuro vivible. Juntos luchamos por una sexualidad libre, por la igualdad de géneros, por el feminismo, por la legalización de la homosexualidad, por un Estado laico, por el antimilitarismo, por el respeto a otras culturas y a otras razas y en favor de un mundo sin guerras ni dogmas excluyentes. En general, varias generaciones hemos vivido hasta la crisis del 2008 en un mundo más permisivo en lo social y con unas clases medias que podían prosperar mientras disminuían las desigualdades.

Los jóvenes se han de convertir en nuevos agentes de cambio, capaces de dar forma a sociedades justas. Nunca deben sentir vergüenza ni inseguridad al buscar y pedir el apoyo necesario. Un apoyo que también evita los problemas de salud mental causados por el aislamiento y el silencio. Urge un vuelco. Urge hacer viable la esperanza. Urge vislumbrar una sociedad equilibrada como futuro vivible.

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