La fuerza de China
OBSERVATORIO GLOBAL
Hangzhou sigue meciéndose a orillas de su precioso lago, que se convirtió en el destino preferido para lunas de miel. Antiguo centro del comercio de la seda facilitado por el majestuoso río que la atraviesa, tiene una significativa historia cultural y política que continúa renovándose. Pero la ciudad en la que estuve en 1987 ha desaparecido. En su lugar ha surgido una metrópoli de 12 millones de personas, nudo global de la industria del comercio por internet. Allí estaba Alibaba, la mayor empresa de e-commerce del mundo en usuarios, más que Amazon, con empleo global de 220.000 trabajadores y con tecnología punta, basada en la nube y desarrollada por sus ingenieros.
En torno a esta empresa han proliferado empresas auxiliares y de servicios que forman un complejo industrial altamente competitivo con su propio modelo de negocio, basado en combinar plataformas de entrega a domicilio con la conexión entre proveedores y clientes para empresas financieras que han invertido en todos los mercados.
El fundador de Alibaba, el legendario innovador Jack Ma, intentó crear un imperio financiero mediante oferta de acciones en el mercado internacional sin permiso del Gobierno. Ahí se dio cuenta de que el capitalismo chino no es como los demás, así que se jubiló y vive en Tokio.
Pero lo que parecen cortapisas al crecimiento empresarial es en realidad un factor de solidez de la economía china. Porque
tras varias crisis bancarias por operacio-
nes especulativas, el Gobierno vigila de cerca los movimientos del mercado para evitar que se traspasen límites razonables en la ambición de expandir el capital sobre bases poco sólidas.
La verdadera fuerza china reside en la cohesión social de su sociedad, anclada en la familia
De hecho, China, indudablemente el milagro económico del siglo XXI, no es capitalista, sino que ha desarrollado un híbrido entre la competitividad de sus empresas en el mercado global, necesariamente capitalista, y un sistema financiero interno y unos servicios públicos regentados por el Estado. A lo que se añade una visión estratégica de por dónde deben ir las inversiones y los desarrollos tecnológicos en un mundo en plena digitalización que tiene su máxima expresión en China con el móvil como gestor absoluto de toda la vida cotidiana y robots diseñados por estudiantes que les llevan la comida.
Sin embargo, la verdadera fuerza china reside en la cohesión social de su sociedad, anclada en la familia, que aguanta los embates del desempleo juvenil y las pensiones insuficientes. Junto a la estabilidad proporcionada por un Partido Comunista omnipresente, legitimado por una ideología nacionalista frente al extranjero y que estructura la sociedad. De democracia, ni rastro, pero nunca ha existido en China y la gran mayoría de las personas valoran ante todo su bienestar material y su estabilidad.
La sombra inquietante es que China se sienta amenazada por Estados Unidos y se prepara para la guerra comercial y para la otra. Si nos enfrentáramos a esta China, cohesionada, desarrollada y tecnológicamente avanzada, sería un gravísimo error histórico.