El peligro de cierto voto

El peligro de cierto voto
Norbert Bilbeny Catedrático y exdecano de Filosofía de la UB

Las personas que leen prensa veraz saben lo que se juega en las elecciones al Parlamento Europeo. Conocen las razones por las que hay que votar y lo que hay que votar. Otras personas, generalmente no lectoras de prensa fiable, ignoran estas razones, bien sea porque las desconocen, bien porque las suyas son otras: llámeseles euroescépticos o euronegacionistas. A unos Europa no les importa. A los otros la Europa que les importa es la que afloje o disuelva sus lazos de unión y los estados refuercen su nacionalismo con mano de hierro. Lo llaman libertad y es individualismo. Lo llaman igualdad y es uniformismo.

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Sergio Pérez / Efe

Sería toda una paradoja que, en este año del tercer centenario del nacimiento de Kant, quien propugnó una federación internacional de paz, la unidad y la paz europeas conseguidas hasta ahora retrocedieran bajo el avance del euronegacionismo. A estos hay que recordarles que su nacionalismo extremo se vuelve contra el propio interés nacional, y el suyo en particular, cuando apoyan opciones que prometen menos Europa y más autoritarismo. Porque con el voto europeo nos jugamos no solo las libertades y los derechos, la justicia social, el bienestar y la paz por vía de acuerdos –asuntos de poca o nula importancia para un euronegacionista–, sino cosas que al que se tiene por muy patriota le han de importar como patriota y también por su propio interés personal.

Lo llaman libertad y es individualismo; lo llaman igualdad y es uniformismo

Si se vota a la derecha extrema, el resultado puede ser que todos experimentemos en las propias carnes lo siguiente: más impuestos para la compra de armamento al amigo norteamericano; más dependencia de este amigo; vuelta al servicio militar obligatorio; intervención sobre medios y contenidos audiovisuales; limitación del acceso a internet; control de la prensa; censura de espectáculos; menos libertad para reunirse y salir a la calle; agravamiento de las fuentes de contaminación en el medio inmediato; retirada de medidas contra el cambio climático; dificultad para contratar trabajadores y cuidadores familiares de origen inmigrante; tolerancia del maltrato animal; menos ayudas al campo y la pequeña industria; recorte de becas y del estudio en el extranjero; problemas para la expresión sexual y de género. Aunque uno no crea en Europa, es de suponer que todo eso sí le importa. Y si no le importa, no es patriotismo sino cortedad de miras.

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