Quien viene, repite

Quien viene, repite

El 21 de diciembre del 2017 Ciutadans conseguía ser el partido más votado en las elecciones al Parlament de Catalunya con 36 diputados y más de un millón de votos.

El 1 de abril del 2018 una encuesta de Sigma Dos para El Mundo situaba a Ciudadanos, por primera vez, como el partido preferido de los españoles con el 26,7% de los votos, por delante del PP (23,3%) y del PSOE (19,7%).

Ayer, 12 de mayo del 2024, Ciutadans quedaba con menos de un sonrojante 1% de los votos, por debajo del PACMA y fuera del Parlament de Catalunya, seis años, tres meses y veintidós días después de ser el partido hegemónico en Catalunya.

El candidat de Cs, Carlos Carrizosa, arriba a al seu del partit per seguir la nit electoral

Carrizosa, llegando ayer a la sede de Ciutadans 

Jordi Pujolar / ACN

En pocos años, Ciutadans, que nació para combatir al nacionalismo de Catalunya, se fue convirtiendo en un partido áspero incluso para los suyos, nacionalistas españoles que giraban en torno a un líder único, Albert Rivera. Rivera, un Benjamin Button que se transmutó de un joven empático a un niñato con ínfulas disfrazado de becerro de oro. Lo adoraron hasta que la derecha mediático política de Madrid se hartó y lo lanzaron desde sus despachos con vistas al contenedor amarillo del pueblo, junto a envases de plástico, latas y briks.

A su lado Inés Arrimadas, mujer que te abrazaba el lunes y te apuñalaba el martes, se aprovechó del pastizal independentista para ganar unas elecciones (Un lodazal independentista, por cierto, que ha continuado y aumentado en estas elecciones).

Rivera y Arrimadas se deslumbraron por lo que podían ser y se estrellaron

Rivera y Arrimadas se deslumbraron por lo que podían ser y se estrellaron, y con ellos, el partido. En estas elecciones no se les ha visto ni un día por la campaña de Carlos Carrizosa (a quien han dejado vergonzosamente tirado) y lo más cercano ha sido Arrimadas en Instagram, colgando una foto vestida de gitana con su pareja en la Feria de Jerez con la frase “quien viene repite”. En su ex-partido, no. Pocos han repetido por culpa de un excesivo culto al líder que los dejó encharcados y por una poca socialdemocracia para dirigirse con aire marcial a la derecha más ultra.

Era un partido que nació en Barcelona pero se crió en Madrid, donde se francotira con más facilidad a Catalunya. Y precisamente en Catalunya los han dejado tocados, hundidos y enterrados con una lápida donde se lee: “al fondo de esta tumba, se ve el mar”.

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