Destruir al oponente

OBSERVATORIO GLOBAL

Destruir al oponente

En Estados Unidos ha crecido una boyante industria, que luego se difundió por el mundo. Se autodenomina OR (Opposition Re­search). Son empresas de consultoría política que trabajan para el mejor postor y cuya tarea consiste en encontrar o fabricar información que destruya la reputación de una personalidad política, cuyo descrédito consiga su rechazo por el electorado o su imputación judicial. Su eficacia está demostrada. Muchas veces el o la política objetos del ataque abandonan antes de perder su intimidad o su trabajo.

Esta táctica deriva de la personalización de la práctica política. Como la gente ya no cree en los programas y cada vez menos en los partidos, lo decisivo es la figura de un líder creíble. Y la forma más eficaz de combatirlo es destruir su credibilidad. Así surge la llamada “política del escándalo”, analizada por el sociólogo de Cambridge John Thompson. Escándalo que puede ser financiero, sexual, delictivo o de cualquier índole que descalifique a la persona en la mente de los votantes.

FILE - Republican presidential candidate former President Donald Trump reacts at a campaign rally in Freeland, Mich., May 1, 2024. Trump remains stuck in the courtroom listening to salacious details of an affair he denies. But another spectacle is playing out as his vice presidential tryouts get underway. The dynamic was on full display over the weekend at a fundraiser at his Mar—a-Lago club that doubled as a VP audition. (AP Photo/Paul Sancya, File)

  

Paul Sancya / AP

Así ganó Trump vilipendiando en las redes a Hillary Clinton, con ayuda de hackers y trols, algunos de ellos de procedencia rusa. Al igual que Bolsonaro, difamando a Lula con ayuda de jueces golpistas. Y una larga lista de episodios a lo largo de la geopolítica mundial.

En España no nos quedamos atrás. El gran líder político del siglo XX, Felipe González, fue objeto de una conspiración mediática organizada, confesada por uno de sus actores, el periodista conservador Luis M. Anson, con activa participación de Pedro J. y algunos poderes fácticos, que acabaron derrotando a González en las elecciones de 1996, entronizando al más reaccionario político de la democracia, José María Aznar. Pero se utilizaban métodos artesanales. La difusión de internet y la generalización de las redes sociales han amplificado extraordinariamente la manipulación y la desinformación, frecuentemente alimentada desde las cloacas del Estado (Villarejo y demás ralea).

Existe un amplio mercado para que los especialistas de la desinformación medren y proliferen

Hoy día es fácil y barato crear empresas de desinformación por internet que fabrican bulos y propagan insultos bajo el manto de la libertad de expresión. Las redes sociales, movidas por robots y por grupos fanáticos de su causa, hacen el resto, cada vez más utilizando inteligencia artificial que confunde realidad y surrealismo de forma indescifrable. Resulta, además, que la neurociencia política ha demostrado que todos buscamos aquella información que coincide con nuestra opinión. Se trata de confirmarnos más que de informarnos. Y como la sociedad está cada vez mas polarizada por la reacción violenta contra el cambio social (equidad, ecologismo, feminismo, pacifismo), existe un amplio mercado para que los especialistas de la desinformación medren y proliferen. Así, la democracia es cada vez menos creíble. Y es lo que buscan aquellos poderes fácticos que la aceptaron a regañadientes y que ahora la vacían de contenido.

La solución es difícil porque afectaría a la pseudoindependencia política del poder judicial y del poder mediático. Pero si no nos atrevemos, no tenemos remedio.

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