Potencia, prosperidad y humanismo

Potencia, prosperidad y humanismo

En el reciente discurso pronunciado por el presidente francés Macron en la Sorbona, estas fueron las palabras más repetidas. Intuyo que el camino que dibujan puede tener un mal final, y que Europa podría proponer alternativas preferibles. Veamos.

¿Potencia? Nuestra enemistad con Rusia, tan reciente como forzada, nos cierra el camino de las grandes potencias. Europa no tiene recursos energéticos, y no quiere hacer frente al envejecimiento de su población. Pero no nos quejemos: un mundo de gigantes dispuestos a todo con tal de no quedarse atrás estará siempre al borde de la guerra. Quizá sin querer, Europa ha dibujado un camino alternativo: nuestra ayuda a Ucrania ha sido casi tan grande como la de EE.UU., pero ha sido ayuda humanitaria más que militar. Ayudar a quien lo necesita sin contribuir a la guerra es un camino honorable. Europa
–debidamente defendida por sí misma– podría ser un oasis de paz en un mundo de conflictos. Una alternativa difícil pero viable.

French President Emmanuel Macron delivers a speech on Europe in the amphitheatre of the Sorbonne University in Paris, France, 25 April 2024. Christophe Petit Tesson/Pool via REUTERS

  

Christophe Petit Tesson / Pool / via Reuters

¿Prosperidad? Sí, pero bien entendida. El crecimiento de Occidente durante los dos últimos siglos ha dado frutos admirables –en parte explotando al resto del mundo–, pero hoy vivimos una patología de la economía de mercado, donde una concentración de riqueza sin precedentes convive, año tras año, incluso en los ­países más ricos, con una pobreza endémica. Ya no se puede decir que es cuestión de paciencia. No vale acudir a las “leyes del mercado”, porque las hemos hecho nosotros, y no son las únicas posibles. Esto no es una llamada a la revolución, sino al sentido común. Ni a la igualdad, sino a la decencia. La “pequeña prosperidad” de la que hablaba Deng Xiaoping para China no es un espejismo. Decir que hay más felicidad en dar que en recibir no es una estupidez. Otra alternativa difícil pero posible.

Europa podría ser un oasis de paz en un mundo de conflictos: una alternativa difícil pero viable

¿Y el humanismo? Las imágenes de los grandes humanistas adornan los museos, sus libros, las bibliotecas: recuerdo de algo que ya fue. La educación se está convirtiendo en formación profesional, todo conspira para que el contacto humano sea a la vez menos necesario y más difícil. Tampoco eso es inevitable, pero hacen falta inteligencia y valor para apartarnos de lo que nos envenena, por mucho que nos prometa grandes ventajas. Para ­comprender esos peligros y vivir en consecuencia.

Como europeos nos enfrentamos a grandes desafíos. Son, en parte, obra nuestra. Los mayores de ellos no vienen de enemigos externos, reales o imaginarios. Nacen de nuestros miedos, de nuestros afanes y, en el fondo, de nuestra comodidad. La victoria puede ser nuestra. Una vida mejor, para nosotros y para los demás, es posible. Pero en el camino nos enfrentamos a enemigos verdaderamente temibles. Podemos seguir el ejemplo del protagonista de aquellos cuentos de hadas, conservados en Europa a través de los siglos: en su camino, él ha de superar enormes obstáculos, que no son más que sus propios demonios, a los que vence con valor y generosidad. Al final del nuestro está también para nosotros la princesa, que no es sino lo mejor de nosotros mismos, aquello a lo que de vez en cuando tenemos acceso.

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