Deshumanizar al adversario

FUTUROS IMPERFECTOS

Deshumanizar al adversario

La empatía es la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás. Es imprescindible para las relaciones saludables, resulta crucial para el bienestar mental y contribuye a la conciencia social. Obama dijo en uno de sus discursos que los políticos deben ser capaces de aprender a pararse con los zapatos de otra persona y de ver a través de sus ojos. Es la mejor manera de no percibir al rival como el enemigo, sino simplemente como alguien que entiende la realidad de otra manera. Pero en España deshumanizar al adversario figura en los manuales de los asesores de nuestros dirigentes. Pretenden con ello hacer méritos ante sus jefes y solo hacen daño a sus conciencias (las propias y las de sus superiores). No parecen entender que se puede responder con dureza a los rivales, mostrando una dosis de empatía, sin que se entienda como una condescendencia o una renuncia.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en rueda de prensa ofrecida en la sede Partido Popular

  

Dani Duch

La intervención de Alberto Núñez Feijóo a raíz de la carta de Pedro Sánchez, en la que se daba unos días para meditar si valía la pena seguir, después de que intentaran destruirle atacando a su familia, fue una dura crítica del líder del PP. La crítica política forma parte de las reglas del juego y el tono puede entenderse por la excepcionalidad de la situación, aunque seguramente podría haber evitado expresiones que sugerían el insulto. Pero en la respuesta podía haber tenido un instante de empatía con Sánchez, que los ciudadanos hubieran valorado positivamente. Nadie lo hubiera calificado de un mo­mento de debilidad, más que cuatro jabalíes de los que mejor salir huyendo.

En la respuesta de Feijóo a la carta de Sánchez no hay un gramo de empatía

Feijóo llevaba escrita la respuesta, que no había redactado él, hasta el punto de que le costaba leer de forma seguida algunas frases. Queda­ muy poco del moderado que llegó a Madrid intentando devolver la calma y la compostura a la política. Pronto se dio cuenta de que eso en el DF no se lleva, ni gusta, ni se entiende. La prueba del algodón es la presidenta Isabel Díaz Ayuso, que a la misma hora llamó a Sánchez “infame, impresentable, chantajista e indigno”, entre aplausos. Como si ella no tuviera un problema en casa.

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