A medida que se jubilan, cada vez cuesta más que las plazas se cubran. Si muchos de los que llevan 30 años en la enseñanza comprueban con amargura que se equivocaron de ilusiones y de oficio, ¿quién va a querer liarse a enseñar a adolescentes que creen que la abadía de Cluny se llama así por George Clooney? ¿Quién quiere ser profesor en un sistema educativo que ha sido arrasado por el pedagogismo, la burocracia y los cometidos inútiles? ¿Y quién quiere ser profesor de matemáticas, la madre de todas las batallas del conocimiento que peor se han librado en los últimos años?
No hay licenciados matemáticos que quieran dedicarse a la docencia. La empresa privada es más agradecida. Ocurre así aunque el profesional tenga vocación de enseñante. Hace tiempo que vemos las señales de alarma, pero lo que se oye ahora suena como un bocinazo. En la convocatoria del próximo día 26 de este mes en Catalunya constan 539 solicitudes para 720 plazas de funcionario. Los gestores mierdagogos no podrán decir que no estaban avisados.
Partimos de una doble premisa. Primero, la pérdida de nivel en conocimientos básicos como matemáticas –también en comprensión lectora– que se arrastra desde la educación primaria. Hay alumnos de doce años con un nivel de niños de ocho. Las propuestas del think tank convocado por la Generalitat han quedado en nada. Y a saber en qué terminarán los planes de refuerzo anunciados por el Gobierno y si se harán.
Segundo. La baja formación matemática de los profesores de la ESO lastra el nivel de los alumnos. Cualquiera no puede impartir esta asignatura bien. Cuanto menos conocimiento y más alejada esté la visión del docente respecto a las matemáticas, peor será el aprendizaje. El pez que se muerde la cola.
Si al menos quedara el incentivo del salario, pero es que ni eso. En Catalunya, los médicos tuvieron la suerte de concretar en la nómina de este año una mejora salarial antes de que la convocatoria del 12-M se la llevara por delante, mientras que a los profesores se les quedó cara de pagafantas, con la miel de la promesa en los labios. Y, sin embargo, enseñar es la única profesión que hace posibles todas las demás.