Siempre da un poco de apuro cuando uno comprueba que un artista popular se ha desconectado de su tiempo y baja de pronto de su colina con el mensaje equivocado, entendiéndolo todo al revés.
Le puede pasar a cualquiera, incluso a Beyoncé. El disco que ha lanzado en plena Pascua, como un Advenimiento, se está recibiendo de manera mucho menos entusiasta de lo que seguramente esperaba. Cowboy Carter contiene 27 canciones y un torrente de información que el pensamiento algorítmico procesó con la velocidad que lo caracteriza –lo importante es tener una opinión rotunda sobre cualquier cosa y tenerla pronto– pero el discurso se está centrando de momento en una de las dos versiones que contiene el álbum, la más previsible para un disco que quiere reinventar el country. Beyoncé ha tomado la Jolene de Dolly Parton y, queriendo darle un giro empoderado, ha terminado pareciendo una bully.
Lo que hace de la canción original un tema tan grande y turbio es que la mujer que, literalmente, suplica a la tal Jolene que no le robe a su hombre tiene la imaginación más incendiada por Jolene que el mismo tipo, a quien ya se intuye irrelevante. Con su melena cobriza, sus ojos verdes, su sonrisa como la primavera, Jolene podría tener a cualquiera. Nunca hubo nadie tan magnético como esa rival engrandecida en la cabeza de la mujer que va a ser burlada.
En la nueva versión, sin embargo, no hay súplica, hay aviso. Conozco todos los trucos, Jolene, soy una reina y no deberías buscar bronca conmigo, advierte una Beyoncé Knowles en modo señora Carter. Al poner todo el énfasis en ese marido con el que lleva 20 años y al que dice haber “criado”, se desactiva toda esa vibrante carga de electricidad entre las dos mujeres.
Quizá Beyoncé erró el cálculo, pensó que su marca no podía permitirse un verbo como suplicar, que las cosas siguen igual que en el 2013, cuando salió a cantar Flawless (sin mácula) frente a un rótulo que decía “Feminista” y no le hizo falta más. Once años más tarde, incluso el mainstream exige un matiz, premia la vulnerabilidad, por impostada que sea–¿hay algo menos contemporáneo que presumir de estar bien de la cabeza y de tenerlo todo claro?–, y, ante todo, se muere de ganas de saber qué piensa Jolene de todo esto.