El perro de Alcibíades

Siempre que oigo o leo declaraciones explosivas o extemporáneas de dirigentes políticos, como la última de Ayuso, relacionando el cierre de los toros con la sequía catalana, o cualquiera de las frases impertinentes de Nogueras en el Congreso, tengo una primera reacción depresiva, que después relativizo pensando en Alcibíades, el estratega de Atenas, un tipo tan impertinente y frívolo como desleal. Traicionó, sucesivamente, a Atenas, a Esparta y a los persas. Regresó a Atenas aprovechándose de las tensiones internas de la ciudad, y tras una aventura naval en Sicilia, favoreció la guerra civil. Acabó asesinado en Frigia por los persas.

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Víctor Lerena / Efe

El historiador Plutarco (uno de los primeros cronistas de la cultura occidental) explica muchas anécdotas de la vida de Alcibíades. Era guapísimo, inteligente, deslumbrante y, a la vez, voluble, arrogante, displicente. Es paradójico que su maestro fuera Sócrates, amante de la verdad y tan leal a Atenas, que no aceptó la oferta de huir después de que le condenaran, injustamente, a muerte. Sócrates dijo que el cumplimiento de la ley es esencial, incluso cuando la ley es injusta. Y sorbió la cicuta.

Obligan a la ciudadanía a bañarse a diario en un lago de heces

Plutarco subraya el contraste entre el talento y la educación socrática de Alcibíades y su tendencia a la traición, la demagogia y la falta de escrúpulos. El joven Alcibíades tenía un perro precioso con una cola muy llamativa. Un día rebanó la cola al perro y se paseó por Atenas con el animal mutilado. Sus amigos lo reprendían diciendo que toda la ciudad lo vituperaba por la salvajada con el perro: y él, riéndose, les respondió: “Es lo que quería: que los atenienses hablaran de eso, para que no digan de mí cosas peores”.

Con frases estúpidas y bárbaras exageraciones, obligan a la ciudadanía a bañarse a diario en un lago de heces, cuyo­ hedor eclipsa todo lo que es verdaderamente importante.

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