Mujeres

Jennifer Hermoso es una mujer valiente. La campeona del mundo de fútbol femenino ha vuelto a ser actualidad con la emisión del programa Planeta Calleja, que la ha llevado hasta Islandia. Cuando era pequeña jugaba a fútbol por la calle con otros niños, que no la aceptaban porque los ganaba a todos­. El fútbol no era cosa de mujeres, y mucho menos marcar más goles que los chicos.

Jennifer asegura que ganar el Mundial fue el mejor momento de su vida. Se sintió tan legítimamente feliz que no pudo dejar de sonreír ni siquiera cuando se produjo la imagen que dio la vuelta al mundo: el famoso beso de Rubiales, el presidente de la Federación Española. Aquel mismo día quedaron­ claras dos cosas: que las mujeres futbolistas eran un ejemplo de empoderamiento femenino, pero que el mundo está lleno de impresentables que siguen sin respetar a las mujeres. Jennifer acababa de conseguir el objetivo de su vida. Tenía todo el derecho del mundo a sonreír, pero también a indignarse.

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Mariscal / Efe

Rubiales le propuso que grabase un vídeo junto a él para calmar los ánimos. Tenían que aparecer juntos, decir que no había habido abuso ni falta de consentimiento, que todo fue una nimiedad. Ella se negó.

Plantó cara a las presiones de las cúpulas deportiva y de los haters que la convirtieron en la presa de una cacería en las redes. La segunda mujer más influyente del 2023, según el Financial Times, pasó del cielo al infierno en muy poco tiempo. Esas cosas tiene la gloria: nunca se sabe lo que va a durar. Sin embargo, denunció a Rubiales.

Las batallas de un partido político no se tienen que disfrazar de machismo

Fue valiente también al manifestar en voz alta su orientación sexual. Es lesbiana y nunca lo ha ocultado. Podría ser un buen ejemplo para todos los deportistas que ocultan su homosexualidad como si fuese un tabú. El mundo del deporte masculino tiene aún mucho camino por recorrer.

Hay mujeres que son un obstáculo en la lucha por la igualdad de género. Me refiero al caso Madaula de Junts per Catalunya. Para empezar Aurora Madaula fue una de las presuntas responsables de las falsas acusaciones contra Eduard Pujol, a quien un grupo de mujeres quisieron arruinar la vida difundiendo rumores sobre supuestos acosos sexuales. Ese fue el precedente. Hace poco la vicepresidenta del partido hablaba de “violencias machistas silenciosas”, apoyando a su compañera Cristina Casol, que denunció a su propio grupo parlamentario de “acoso por razón de género”, en vez de referirse a diferencias ideológicas puras y duras en el seno del partido. Se ha archivado la denuncia por falta de hechos probados. Las batallas de un partido político no se tienen que disfrazar de machismo.

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Es impresentable acusar falsamente de agresiones, de la misma forma que lo es confundir la discrepancia política con el acoso.

Mientras algunas marean la perdiz sin sentido, otras siguen siendo víctimas del mundo en que vivimos. Es el caso de Itziar Ituño, actriz de La casa de papel, que ha sido despedida de la publicidad de dos importantes empresas por haber participado en una manifestación a favor de los derechos de los presos de ETA. Ahora resulta que las actrices no pueden tener ideología ni opiniones políticas. No nos equivoquemos: hay mujeres víctimas de abusos. Hay otras que confunden al personal abusando ellas mismas del término agresión y perjudicando a las demás.

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