Catalunya ha obtenido unos datos muy preocupantes en el último informe PISA, que evalúa las capacidades de aprendizaje de los alumnos adolescentes. En siete años, los estudiantes catalanes de 15 y 16 años habrían perdido el equivalente a dos cursos en comprensión lectora y el equivalente a uno y medio en matemáticas. Este retroceso sitúa a nuestra comunidad en la posición número trece entre las españolas. Estamos pues ante un grave problema, que proyecta sombras sobre el futuro de un país que no logra formar adecuadamente a las jóvenes generaciones que pronto deberán hacerse cargo de él.
Algunas de las explicaciones del retroceso apuntan a unos presupuestos siempre mejorables para educación, a unas autoridades políticas que no le han concedido la atención prioritaria que merece, o a la condición de Catalunya como comunidad que acoge más inmigrantes de toda España, con los problemas añadidos de integración y relativos a la dinámica de las clases que eso puede acarrear.
Hay que escuchar a los docentes y urdir nuevos consensos para superar el mal resultado de PISA
Pero quizás haya otras causas, y el colectivo de docentes tiene sin duda mucho que decir al respecto. La Vanguardia ha hablado con representantes del sector y recoge hoy sus impresiones en la sección de Sociedad. Entre otros datos para comprender la coyuntura, los consultados mencionan la entrada masiva de la tecnología en las aulas y las dificultades para obtener de ella un rendimiento óptimo y, al tiempo, evitar que se convierta en un factor de distracción. Las pantallas de ordenador, también los móviles, son ventanas abiertas al mundo, pero pueden ser además vías de fuga por las que se esfuma parte del rendimiento escolar.
Estos y otros instrumentos o métodos educativos podrían estar contribuyendo, según los consultados, a perjudicar la cultura del esfuerzo, a abonar la desmotivación o a erosionar el interés en los procesos de aprendizaje.
También denuncian los docentes cierto buenismo, a veces propiciado por la dirección de los centros, que sugiere elevar las calificaciones. O el cuestionamiento de la autoridad de los profesores por parte de alumnos (y de demasiados padres sobreprotectores).
Las opiniones de los profesores deben ser tenidas en consideración. Su esfuerzo y su compromiso son bien conocidos. Es tan conveniente que adquieran la mejor formación posible como que, ya completada, sus análisis sean escuchados por las autoridades educativas, para luego consensuar los tratamientos más adecuados. Los alumnos se beneficiarían de ello. Todos los implicados en el proceso educativo son imprescindibles para mejorarlo. Superar los resultados deficitarios del informe PISA requiere de la contribución coordinada de administración, alumnos, profesorado y familias. No será tarea fácil. Pero hay que iniciarla ya.