El matador de toros Juan Ortega iba a casarse el sábado en Jerez de la Frontera con su novia de toda la vida, pero pegó el petardo, anuló in extremis el enlace y dejó plantados a los quinientos invitados, algunos de los cuales se mostraban partidarios de sacarlo a hombros y arrojarlo al Guadalquivir.
¿Es de valientes o es de cobardes, de honrados o de sinvergüenzas, anular la boda una hora antes de su celebración? ¿Lo vio claro o le cegó el miedo?
Ironías de la vida: Juan Ortega, trianero y canela fina, da la espantada... en el altar
Naturalmente, y sin más conocimiento de causa que los hechos, el malo de la película es Juan Ortega, torero de Triana y canela fina, experto en temores porque cada tarde anunciada –y no hay excepciones– le visita el miedo, sin el cual no existiría su profesión.
Azares del destino, el viernes, algunos aficionados cenamos en Barcelona con dos toreros, Maxime Solera y Borja Jiménez, y sus parejas, mujeres muy de hoy en día, conscientes de la dureza de una profesión anacrónica y singular porque en esta función, a diferencia del teatro, se muere de verdad. Con Alicia y Maxime Solera, francés y residente en Castelldefels (siempre que se entrena en un parque aparecen los Mossos a pedirle la documentación y explicaciones), he tenido el privilegio de cenar en dos ocasiones –en la casa del pintor Lluís Ventós en El Port de la Selva– la víspera de sus actuaciones en Ceret, plaza muy catalana y, sobre todo, con unos astados de narices. Un trago...
Así las cosas, tiene su guasa: Juan Ortega ha dado la espantada de su vida, él que anda ante el toro fiero relajado y garboso, artista y trianero. Ironías de la vida.
Aunque muchos hombres lo nieguen, una boda impone vacilaciones, respetos y zozobras. Un toro complicado dura quince minutos –después suena el tercer aviso y es devuelto a los corrales–; un matrimonio, toda la vida (nadie que se casa suele tener en cuenta la alternativa del divorcio). A Juan Ortega le ha pesado la responsabilidad o vaya usted a saber el qué, y el hombre no se ha casado, para dolor de la novia, a quien todos le darán la razón y algún consejo.
No hubo boda del siglo en Jerez. Cosas de la vida, el desamor y los clarines del miedo.