El expresidente francés Nicolas Sarkozy acaba de publicar un libro titulado Los años de las luchas , que es un homenaje a Carla Bruni, la modelo y cantante con la que lleva quince años casado. El autor revela que fue el empresario Jacques Séguéla quien, recién elegido (y separado), invitó a tres parejas, más el político y la modelo a su mansión, convencido de que aquella cita a ciegas sería un éxito. Bruni le dio el teléfono antes de irse. Al llegar a su residencia, Sarkozy le propuso volver a verse y ella sugirió cenar en su casa. Y hasta hoy. De hecho se casaron cuando no habían pasado tres meses de aquel primer encuentro.
Lo menos creíble del libro es cuando justifica los motivos por los que se casó de forma tan precipitada: “En el Eliseo no puede haber lugar para una compañera, una novia o una prometida. No es solo una cuestión de tradición, de burguesía, de machismo mal digerido. Es simplemente amar y proteger todo lo que amamos.” ¿Cómo? ¿Que en el Eliseo no cabe una amante? Pero si es el palacio de las infidelidades. Pocos lugares acumulan más secretos de alcoba. El caso más escandaloso fue la muerte de Félix Faure, séptimo presidente de la República, que falleció en sus dependencias mientras mantenía relaciones sexuales con su amante. Un final venturoso pero poco épico, sin duda.
En su libro, Sarkozy dice que se casó con Bruni porque en el Eliseo no cabe una amante
Escasos son los presidentes que no han visto deambular por sus salones damas con las que han mantenido relaciones. Es el caso de la periodista de Le Figaro , Jacqueline Chabridon, que le hacía algo más que entrevistas a Jacques Chirac. O de Giscard d’Estaign, que presumió en un libro de haber conquistado a Lady Di en una cena oficial. O de François Hollande, que instaló a la actriz Julie Gayet en las inmediaciones del palacio. Ningún presidente fue tan atrevido como François Mitterrand, que tenía a su mujer oficial, Danielle, y a su mujer oficiosa, Anne Pingeot, bajo el mismo techo.
La anécdota más sorprendente es lo mal que lo pasó Carla Bruni en su visita oficial a España, cuando les instalaron en el El Pardo, que había sido la residencia de Franco. La modelo no pudo dormir: “Siempre ha sido sensible a las vibraciones de las casas.” Por fortuna, la atmósfera vibrante del Eliseo no le dio mal rollo.