Memorias de un trotamundos

Memorias de un trotamundos

El martes nos reunimos un centenar de personas para la presentación de un libro de un barcelonés que no ha tenido miedo en cambiar de trabajo ni de sueldo ni de ciudad. Ha conocido la maquinaria política y burocrática de la Unión Europea sirviendo como embajador en la caótica República Centroafricana y en la nacionalista Serbia tras la nefasta era de Milosevic.

republica centroafricana

 Una mujer y unos niños en República Centroafricana  

Xavier Aldekoa

Josep Maria Lloveras ha escrito unas memorias con una sinceridad infrecuente. Dice lo que piensa aunque no sea políticamente correcto. Es un hombre libre, quizás una de las especies en extinción en una sociedad en la que, desde políticos a periodistas pasando por banqueros y artistas, estamos demasiado sometidos a las frivolidades cambiantes de los relatos oficiales, que actuan hoy con gran eficacia desde las redes sociales.

En Hacia el corazón de Europa. Memorias diplomáticas, Lloveras se mueve por una curiosidad inmensa y por un intento de hacerse cargo de situaciones imprevistas y complejas. Fue él quien estando de delegado de Banca Catalana en Londres, en 1974, me sugirió que fuera a Cork, Irlanda, donde Jordi Pujol daba una conferencia. Lloveras sirvió como delegado de Banca Catalana también en Nueva York y París. Fue un banco, dice, que nació con finalidad política y fue la política el que lo mató. Trata siempre bien a las personas, pero de aquella experiencia deduce que “los catalanes estamos acostumbrados a causas perdidas y Pujol supo vender la catástrofe como algo ajeno a él y un ataque a todos los catalanes”.

Josep M. Lloveras ha descrito una trayectoria vital con una sinceridad infrecuente

Es un trotamundos que ha vivido establemente en más de 25 domicilios de Europa, África y América. Aterriza en la Unión Europea y acaba siendo embajador en el corazón de las tinieblas africanas y en el avispero balcánico. No actúa como un alto funcionario tecnócrata, sino como un humanista curioso que intenta entender las convulsas tierras que pisa. Desmitifica el mundo funcionarial de Bruselas y, a la vez, defiende a la UE como piedra angular de la paz, la seguridad, la libertad y el progreso.

Es lícito preguntarse por qué el país en su conjunto no sabe aprovechar mejor a tantos ciudadanos competentes, abiertos y cosmopolitas como Lloveras.

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