En noviembre del 2012 salía de ver a un amigo en Granollers y topé con una gran cola ante el Palau d’Esports. De entrada pensé que habría partido de balonmano, pero pronto detecté que algo fallaba. Nadie lucía la camiseta del Fraikin Granollers y tampoco se veían banderas ni demasiada chiquillería. Incluso me pareció que las miradas eran melancólicas. Antes de que la imaginación me llevase demasiado lejos, que me conozco, me acerqué a preguntar. ¡Menuda cura de humildad para mi presunta fertilidad imaginativa! Toda aquella gente hacía cola para recibir un abrazo. No de Teletubbie sino de una mahatma india llamada Mata Amritanandamayi, que abraza con el nombre artístico de Amma.
Mata ofrece abrazos sanadores (dharsan) y fundó la oenegé Embracing the World, que aún funciona. La verdad es que, tal como va el mundo, trabajo no le falta. Es una líder espiritual especializada en el sentido del tacto, demasiado ignorado por pudor o por pudicia.
Pero no todos los abrazos son sanadores. En política, actividad proclive a apretones, arrumacos y abrazos, es habitual el denominado abrazo del oso. No hace falta ser Sherlock Holmes para intuir que es heridor y, de hecho, la expresión proviene de un ritual muy estudiado entre los osos grizzly: el oso se acerca al tronco de un árbol, se rasca la espalda en él, luego se gira, lo muerde, le da el fuerte abrazo que ha dado pie al dicho y, al final, frota sus mejillas en él. El ritual, que el oso repite cada año en los mismos árboles, tiene la función de marcar territorio con su olor. Es su modo de avisar a los otros machos adultos de su presencia y evitar así un encuentro que podría acabar en pelea mortal.
El abrazo del oso deviene práctica turística vegetal en Cantabria
Los turistas instagramópatas que visitan el bello bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal, en Cantabria, son peores que un grizzly. Los más de doscientos mil visitantes anuales de este monumento natural impresionante pisan las raíces, se fotografían abrazados al tronco y arrancan trozos de corteza. Tanto abrazo de turista osado ha degradado las secuoyas hasta un punto que ahora el Ayuntamiento quiere controlar la entrada. Si no tenéis quien os abrace, abrazaos a una farola.