Calores que alteran el ánimo

Calores que alteran el ánimo

Cuando hace ya algunos años, finales del siglo pasado, las modernas de Nueva York empezaron a lucir sandalias de tacón en invierno (sin medias, desde luego), nadie podía pensar que estaban adivinando el futuro. Que el calor no cese a estas alturas del año comienza a ser una pesadilla; la indolencia propia con la que se afrontan las altas temperaturas no cuadra con la actividad que a todos se nos presenta en otoño, cuando no hay más remedio que poner en marcha todos los planes pospuestos en verano, para los que, ahora, necesitas estar fresco y atento.

Sandalias con el tacón en forma de labial de Christian Louboutin

 

Instagram @louboutinworld

La única ventaja es que con los grados que actualmente marca el termómetro, no tan extremos como en agosto, puedes vivir sin aire acondicionado, sin ventiladores (tengo una notable colección de aparatos que hay que ver lo que estorban cuando ya no son necesarios) y, con un poco de suerte, la calefacción ya no será necesaria nunca más. Viene esto a cuento por los casi 400 euros que mi querida compañía de energías varias me ha soplado por mantener mi casa, si no fresca, al menos habitable, durante julio y agosto. Créanme si les digo que mi casa es de tamaño medio, tirando a pequeña, con sol de mañana por delante y sol de tarde por detrás, pero protegida con sus correspondientes persianas y toldos.

Las facturas que inmisericordes atacan tu cuenta corriente como rapiñas son una de las cosas que más me alteran en la vida. Esa mutua médica que decide fusionarse con otra, te quita a tus especialistas habituales y acabas pagándoles las consultas a precio de oro; esa derrama de tu comunidad que no recordabas; ese seguro de vida que un día te colocaron en tu oficina bancaria en plan chantaje a cambio de un crédito y que, de repente, una vez pasado el periodo obligatorio, te renuevan sin avisar y sin margen para anularlo hasta el año que viene; esas suscripciones a plataformas que ya solo emiten restos de serie y de las que no hay manera de borrarse, por no hablar de esas cuotas de oenegés en las que confiabas y que acaban siendo oficinas de colocación. No soporto esos gastos que he ido acumulando tan a lo tonto como listos son sus emisores; con estos calores, me entran ganas de quemarlo todo.

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