Giro en la lucha contra las drogas

Giro en la lucha contra las drogas

Colombia y México apuestan por un frente unido para cambiar la política regional de lucha contra las drogas y el narcotráfico. Los presidentes de ambos países, Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador, acordaron en una cumbre latinoamericana celebrada hace unos días en Cali transitar hacia una política enfocada en combatir a las grandes mafias y al consumo pero que ofrezca alternativas económicas a los agricultores que cultivan la droga.

Se trata de un cambio de la historia política de guerra contra las drogas, que habrá que ver si acaba obteniendo resultados positivos. Los dos presidentes izquierdistas han sido muy críticos con el enfoque represivo de Estados Unidos en el combate contra la producción y tráfico de estupefacientes y apuestan por priorizar un tratamiento más integral del problema con un cambio de medidas. La alternativa pasa, según Petro, “por dejar de mirar las drogas como un problema militar y hacerlo como un problema de salud de la sociedad”.

Colombia y México lideran un cambio en la política regional contra el narcotráfico

Este nuevo modelo pretende acabar con el de militarización y represión en la lucha contra el narco y el consumo que implantó EE.UU. hace cincuenta años y que se considera que ha fracasado. Es una nueva hoja de ruta que pretende recibir el apoyo de todos los países latinoamericanos y que está todavía en sus inicios, pero que ha recibido una respuesta positiva también desde Washington, si bien una parte importante del Partido Republicano y de su lobby en Miami aboga por atacar militarmente a los cárteles mexicanos en ese país, lo que provocaría una escalada sin precedentes de la guerra contra las drogas.

Precisamente para alejarse de la fallida guerra contra el narcotráfico impuesta en su día por Richard Nixon, el giro ahora propuesto pasaría por dejar de mirar a Latinoamérica como la causa del tráfico de drogas y poner más el foco en quienes las consumen, los países del norte y, en especial, EE.UU., con el que México y Colombia prometen colaborar en la lucha contra la nueva plaga que es el consumo de fentanilo, causante de unas 300 muertes diarias en Estados Unidos y que principalmente se elabora en México.

Colombia sigue siendo el mayor productor mundial de cocaína, y en México la guerra contra los cárteles declarada en el año 2006 por el Estado ha dejado unas 350.000 muertes. Razones más que suficientes para que ambos países impulsen un giro a unas políticas represivas fracasadas y apostar por luchar primero contra la pobreza y la desigualdad y ofrecer alternativas viables para que el campesino deje el cultivo de la coca.

Este nuevo paradigma presenta aún muchas incógnitas y
está todavía verde, pero intentar abordar el problema de la droga con una mirada mucho más integral y consensuada en toda Latinoamérica parece, de entrada, una iniciativa positiva, sin olvidar que la brecha entre este nuevo lenguaje y la cruda realidad sigue siendo enorme.

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