Las rubias somos tontas

LA VIDA LENTA

¿Las rubias somos tontas? Sí claro. Somos tontas. Las barbies. Las bimbos. Las blondies. Todas, las rubias de bote y las de verdad. Las rubias rubias. Todas somos tontas, muy tontas. Ahora que el mundo y TikTok les da más bola que nunca (comentarios como los anteriores abundan en el hashtag #BimboTok), las rubias que se sienten y quieren ser rubias, no se cortan un pelo. Dicen lo que piensan. Sin filtro. Muchas tontean con la ironía y frases de doble juego, otras se atreven con sentencias como que “el rubio no nos protege bien el cráneo, y acelera el desgaste de las neuronas. Por eso nos mareamos en exposiciones prolongadas al sol”.

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Margot Robbie, promocionando 'Barbie' 

Lee Jin-man / AP

Y empiezan a ser legión las que abogan por darle a la melena un giro peach blonde. Es el rubio amelocotonado que mejor casa con la locura Barbie, que ha llenado el verano de rubias o no, vestidas de rosa o no, profusamente maquilladas o no y empujando sí o sí en las puertas de los cines de todo el mundo.

Sí, este es el gran verano, el momentazo de todas las rubias.

El gen es rarísimo, solo un 3% de la población mundial lo tiene y en teoría se extinguía el año pasado

Aristóteles, que pregonaba que la mujer no tiene ni alma ni moral, decidió tras su primer viaje a Lesbos que las rubias lo pasan mejor con el sexo. Primera sentencia. Hace dos milenios. Que las rubias, además de provocadoras, son lerdas, lerdísimas, lo certificó Los caballeros las prefieren rubias (la novela es de 1926 y la adaptación cinematográfica de 1953) con la pobre Marilyn Monroe, y su coeficiente de 160, encarnando a la bomba sexual bobalicona hasta el fin de los tiempos.

Sin duda las fuerzas oscuras han inventado y casi conseguido que ser rubia resulte peor que eso. Peor que ser mujer, o sentirse, o lo que sea –pocos se atreven a abordar el tema de rabiosa actualidad política mientras resuena el “no se nace mujer, se llega a serlo” de Simone de Beauvoir–. Y, aunque a pesar de los intentos, nadie ha podido probar científicamente que las rubias sean materialistas, absurdas y promiscuas, ahí está el mito. Ahí tenemos a todas esas barbies del mundo soportando sentencias sobre ellas.

Rubias auténticas –el gen es rarísimo, solo un 3% de la población mundial lo tiene y hace tres décadas la OMS preveía que se extinguiría en el 2022– o de peróxido (“si solo voy a tener una vida, déjame vivir como una rubia”, era en 1956 el lema del tinte casero Miss Clairol) viviendo y sintiendo en modo blonde.

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Rubias que ahora se rebelan, desatadas, por una rubia que de tonta no tiene un pelo, Margot Robbie, metida a Barbie de cine y sus empalagosos bailes en rosa chicle para abordar las ideas más profundas. Rubias, que, como escribía Joanna Pitman en On blondes , siguen siendo sueño, capricho, aspiración y moda. El deseo de hombres y mujeres. Rubias como fueron, se supone, la Afrodita de los griegos y la Venus de los romanos. Y también, aunque a golpe de tinte, Margaret Thatcher o Marissa Mayer (directora ejecutiva de Yahoo!) y Laurene Powell (viuda de Steve Jobs).

Como falsa rubia temporal que soy (solo el clamor del verano me aclara, además, del cloro y, claro, las canas) no sé si quiero saber qué o quien las empujó a esa identidad pintada.

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