Confesiones de un suplente

Vuelvo como suplente, durante el mes de agosto, a esta privilegiada columna. Durante muchos años aquí reinaba Quim Monzó, que revolucionó el periodismo literario buscando obsesivamente noticias curiosas, insólitas o paradójicas para glosarlas con un estilo irónico de una rara lucidez, con una inteligencia inédita, imprevisible, singular. Cuando en un verano ya lejano, el jefe de opinión del diario me explicó que no sabía cómo llenar las vacaciones de Monzó, tuve la insensatez de proponerme como voluntario. Yo era un escritor volátil, sin éxito.

Escribir un diario ayuda al autodesarrollo, a tomar decisiones y a solucionar los conflictos de manera más rápida.

 

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Tenía a mi favor una única cosa. Los periódicos pasaban los meses de verano en un estado de ingravidez, más cerca de la siesta que del insomnio que las grandes noticias suscitan. En agosto no ocurría nada. El periodismo se fiaba sobre todo del factor Nessie: de vez en cuando alguien aseguraba, sin demasiadas precisiones, que un monstruo había asomado el cogote sobre las turbias aguas de un lago de Escocia.

En las redacciones estivales, el trabajo era hacer emerger noticias simpáticas, ya que las consideradas serias también hacían vacaciones. No se hundía la economía a causa del crash bancario, no había partidos nuevos deseosos de envejecer muy rápido, el procés ni se olía, los terroristas descansaban dejando pasear tranquilos a los turistas en la Rambla, las pandemias aparecían sólo en el cine y las guerras estallaban en otros continentes y no provocaban inflación.

Desde esta columna he visto cómo el mundo entraba en una espiral nerviosa

Sudar en el mes de agosto parecía normal. Desde esta columna he visto cómo se arruinaban los veranos, cómo el mundo entraba en una espiral nerviosa que, con el aumento evidente de las temperaturas, tiende a la vibración apocalíptica.

Ahora la columna pertenece a Màrius Carol, ex director del diario, un periodista culto, elegante, cosmopolita, bien informado. Me gusta hacer de suplente, espero no cansarlos durante este último verano. Pasado el mes agosto, reduciré, por decisión propia, mis colaboraciones (y puesto que me expliqué mal, debo aclarar que una de ellas será la columna de política, lo que no significa dejar de escribir de política, si no, tan solo, la obligación semanal de hablar de ella). El tiempo no pasa en balde. Sin prisas, hay que ir dejando lastre. A diferencia del vino, los suplentes envejecemos, pero no mejoramos.

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