¿De qué habla la gente?

Desconozco si existen encuestas sobre de qué asuntos habla la gente. No me refiero en las redes sino en la vida normal, ajena a estas. Entiendo que el CIS tiene por supuesto encuestas más importantes de las que ocuparse en estos momentos y más el señor Tezanos. Me lo imagino repitiendo aquello de “Virgencita, que me quede como estoy” –en su caso con la variante “donde estoy”– suplicando que Sánchez continúe para siempre. Razones tiene sobradas el señor Tezanos para implorar a los santos de su devoción o a quien él considere que tiene poderes, para que todo siga como está, ya que Feijóo ha prometido echarle de manera inmediata, si gana las elecciones.

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Redacció / ACN

En las redes existen encuestas solapadas. De Twitter, por ejemplo, se extrae continuamente información sobre los temas y asuntos de interés mayoritario. De eso se ocupa el llamado trending tendencia, en castellano–, que consiste en averiguar qué aspectos están en el top ten, ya saben, los diez mejores y a partir de ahí buscar la manera de aprovechar tales informaciones para ofrecérselas, previo pago, a quienes puedan estar interesados.

El calor no nos lo arregla ningún partido, gane quien gane las elecciones

Dejo las redes de lado y me propongo averiguar durante esta segunda semana de julio de qué habla la gente, me refiero a la que lo está haciendo en vivo y en directo con algún interlocutor de cuerpo y alma presentes, en lugares de ocio, pero sin decibelios a todo meter, donde no hay posibilidad de comunicación boca oreja, a no ser la directamente carnal, labio-lóbulo, omitida la usual, la que va del aparato de fonación al auditivo.

Así, para cumplir con el precepto dominical que me lleva hasta ustedes cada quince días y con la intención de tomar las pertinentes notas para escribir este artículo sin faltar a la verdad, eso significa comenzar por el proceso de documentación, me he apostado todos los días en un chiringuito de la playa para conocer de qué habla la gente.

Dado que estamos en campaña, supuse que las conversaciones de este verano, al menos en un tanto por cien bien nutrido, se referirían a las próximas elecciones. Escuchando con atención también yo podría deducir qué partido sería el ganador, o como se dice en estos casos, cuál era la intención de voto de los bañistas parlanchines de la playa de Cala Major en Mallorca, desde donde les escribo.

Tengo que confesarles, sin embargo, que apenas nadie se refería a las próximas elecciones y menos aún daba indicios de lo que pensaba votar, con excepción de dos personas. Una señora y un señor.

Empiezo, con cortesía políticamente incorrecta, dados los tiempos que corren, por cederle a aquella el primer lugar: ella votará al candidato que ha prometido echar a los okupas, algo que le afectaba directamente, aseguraba, porque tiene una casa con un inquiokupa . El señor, en cambio pensaba votar a Sánchez, el llanero solitario, apostrofó y no añadió más porque el amigo con quien hablaba le interrumpió, asegurando que eso de hacernos ir a las urnas con 40 grados era una salvajada.

Bastó esa referencia canicular para que el sesgo de la conversación, que tanto me interesaba, se torciera de inmediato y fuera a parar, como antes ocurría en los ascensores, al asunto del tiempo, en ese caso el calor.

El horrible, espantoso, insoportable calor de este verano es el tema del que más he oído hablar durante esta semana con una apostilla añadida: Eso no nos lo arregla ningún partido, gane quien gane las elecciones.

Veremos de qué se habla las semanas próximas. Continuará.

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