La aritmética y la política

La aritmética y la política

Roma locuta, causa finita. Otra vez se repite la historia: en Madrid ordenan y en Barcelona ejecutan. Feijóo ha presumido de que el tema de Barcelona es un asunto de Estado y en el 2023 ha ocurrido la misma historia que en el 2019. Hace cuatro años saltó a la escena electoral de Barcelona Manuel Valls, un candidato pintoresco, que tuvo que salir por la puerta de atrás de la política francesa después de haber sido el primer ministro del país. Aterrizó en la capital catalana y bajo el paraguas de Ciudadanos –un partido que está agonizando– consiguió seis concejales. Su mantra de campaña era muy simple: si quieres echar a Colau, vota Valls. Y al otro extremo, la alcaldesa y candidata de Barcelona en Comú se erigía como la antagonista de un político oportunista y de derechas.

GRAFCAT1728. BARCELONA, 17/06/2023.- La candidata a la alcaldía de Barcelona por el BCN Comú, Ada Colau (2i), a su llegada al pleno de constitución del Ayuntamiento de Barcelona donde se ha vivido un vuelco de última hora al anunciar los comunes de Ada Colau que apoyarán al socialista Jaume Collboni y tratarán de dejar así en la oposición a Xavier Trias, de JxCat, el candidato más votado el 28M, y que había llegado a un acuerdo con Ernest Maragall, de ERC. EFE/Quique García

 

Quique García / Efe

Al final, después de tanta palabrería y de toda la pirotecnia electoral imaginable, con el exclusivo fin de impedir la investidura de Ernest Maragall como alcalde de Barcelona, que había ganado las elecciones encabezando la candidatura de Esquerra Republicana, los votos de Valls sirvieron para reelegir a la alcaldesa Colau. Exactamente lo contrario de lo prometido­.

Las municipales del 28 de mayo dieron, en esta ocasión, la victoria al exalcalde Xavier Trias, con una escasa mayoría. Hasta el pasado sábado por la mañana, tenía todos los números para ser elegido alcalde y tenía garantizados los votos de Ernest Maragall, con quien había alcanzado un pacto de gobierno. No llegaban a la mayoría absoluta, pero ser la lista más votada le daba opción a ser alcalde.

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Carles Mundó
GRAFCAT087. BARCELONA, 05/05/2023.- (De izq. a drch.) Los candidatos a la alcaldía de Barcelona, Ernest Maragall (ERC), Ada Colau (BComú), Jaume Collboni (PSC),y Xavier Trias (JxCat), durante el tradicional vermut conjunto en el Mercat de la Boquería. EFE/Quique García

La única fórmula aritmética que permitía sumar una mayoría absoluta para frustrar la elección de Trias era, otra vez, un pacto entre fuerzas antagónicas, que obligaba a votar unidos a los Comunes de Ada Colau y a los concejales del Partido Popular para dar la alcaldía al candidato socialista. Hasta las cuatro de la tarde del sábado parecía un acuerdo imposible, sobre todo porque el portavoz de los comunes decía, dos días antes, que “con el PP no irían ni a la vuelta de la esquina”. Era mentira. A las cinco de la tarde, sus nueve votos, disciplinadamente, se sumaron a los votos del PP y del PSC para investir a Jaume Collboni como alcalde de Bar­celona.

Desde el punto de vista democrático sobra decir que todos los pactos son legítimos. La mayoría manda y decide quien tiene más apoyos. Pero, en política, no es todo aritmética. Los votantes pueden entender que sus votos sirvan para algo no previsto, pero es difícil explicarles que se utilicen para hacer lo contrario de lo prometido. Cuando eso ocurre, se da otra estocada a la política, ­cuyo prestigio ya está bajo mínimos.

Hacer lo contrario de lo prometido en campaña hace mucho daño a la credibilidad de la política

El historiador económico italiano Carlo Cipolla teorizó sobre el coste de la estupidez humana y elaboró las Leyes fundamentales de la estupidez. La tercera de las cinco leyes formuladas decía lo siguiente: una persona es estúpida si provoca daños a otras personas sin ganar nada para ella o, incluso, perjudicándose a sí misma. A la vista de cómo se han utilizado los votos de los comunes, es posible que esa decisión, que abona la mala imagen de la política, solo les sirva para soportar costes sin obtener nada a cambio.

A un mes justo de las elecciones generales será complicado que Ada Colau y su partido puedan erigirse de forma creíble como el muro para frenar a la derecha, cuando en Barcelona se han aliado con la derecha. Que los comunes hayan hecho lo contrario de lo prometido, y además en el último minuto de partido, solo puede explicarse por la dependencia que tienen de su familia política en Madrid, ahora encabezada por Yolanda Díaz.

Que los socialistas catalanes y los populares sometan su estrategia al dictado de los intereses de las sedes de sus partidos en Ferraz­ y Génova no es nada nuevo. Tampoco lo es que, en temas que consideran de Estado­, se pongan de acuerdo sin pestañear. Pero no deja de sorprender que un partido como el de los comunes, que hace cuatro días se reivin­dicaba el ariete de la nueva política, hoy se pliegue a lo que conviene al PP y al
PSOE. Otra vez, cuando Madrid­ habla, el asunto queda cerrado. Los votantes tendrán la última palabra, pero la campaña no va a ser fácil para los comunes porque han perdido lo más valioso en política, la credibilidad.

Sumar en Madrid y los comunes en Catalunya son una simple muleta para el PSOE. Enterrada la nueva política y renunciando a defender su espacio político, los comunes van camino de convertirse de nuevo en lo que fue Iniciativa per Cata­lunya.

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