El juez que llevamos dentro
¡Cuánto nos importan las vidas de los otros, como si no hubiera suficiente chicha en la nuestra! Y no solo eso, a menudo nos encumbramos en un pedestal para lanzar piedras en forma de descalificaciones a los demás. Ante cualquier salida de guion de un personaje abonado a la fama, nos entregamos cual severos magistrados a dictar sentencia. “¿O bien no se han servido ellos de su vida privada para sacarle rédito?”, decimos. El cotilleo, antaño asociado a las peluquerías, arrasa en los pasillos del Congreso y penetra en los telediarios, como ha ocurrido con Ana Obregón y su hija, nacida de una gestación subrogada.
En La caída, Albert Camus reflexionaba sobre la inocencia y la culpa, también sobre el déficit social de valores sólidos. Apunta que todos, sin excepción, llevamos un juez dentro. Y expone el mayor de los tormentos humanos, “que lo juzguen a uno sin ley”. “Privados de su freno natural –añade–, los jueces, desencadenados al azar, lo despachan a uno en un santiamén”. En España, la gestación subrogada no es legal. No obstante, un puñado de personas han recurrido a ella en el extranjero. Según datos compartidos por la socióloga Ana Trejo, entre el 2010 y el 2020, los consulados españoles recibieron 2.856 solicitudes de inscripción de menores nacidos por tal procedimiento. Se aceptaron casi todas.
Lejos de juzgar a Obregón, pienso en cómo la fama se vuelve en contra
Algunos hombres famosos han recurrido a ella sin ser tan severamente condenados como las mujeres solas. “¿Por qué no adoptan?”, preguntamos iracundos. Arrancar a un bebé de los brazos de quien lo ha parido es sin duda un acto extraño, y más si hay dinero de por medio. Se trata de un estropicio en la cadena natural de la vida. Pero ¿cuántos atropellos se cometen a diario contra ese orden sin sofocos? Lejos de juzgar a esta mujer, con su Miami, su sonrisa, su duelo, sus campanadas y sus exclusivas, pienso en cómo la fama se vuelve contra una hasta sentarla en el banquillo de los acusados.