Enseñar solfeo con jadeos

Enseñar solfeo con jadeos

Aprendí a besar en las últimas filas del cine Venecia de Barcelona durante la transición, intentando copiar los mismos movimientos que los actores y las actrices hacían en la pantalla.

Mi beso preferido fue siempre el de Golfo y Reina en La dama y el vagabundo, aunque mi padre imposibilitaba cualquier debate imponiendo su criterio con el enrosque playero de Deborah Kerr y Burt Lancaster en De aquí a la eternidad.

El beso de 'De aquí a la eternidad'

 

LV

Cuatro décadas después, abandonada la pedagogía, la pornografía sustituye peligrosamente las últimas e inofensivas filas de los cines como inicio del descubrimiento sexoafectivo.

Contaba esta pasada semana Lluís Ballester, investigador de los fenómenos de la pornografía y la prostitución entre la juventud, que un 20% de las criaturas de diez años de hoy en día han visto pornografía en alguna pantalla. La entrada a Pornhub es tan accesible para un joven como pedir un Happy Meal en un McDonald’s, lugar que no impide, a diferencia de la pornografía digital, que un adolescente alargue su inocencia.

A un chaval no se le puede enseñar solfeo con los jadeos de Jane Birkin en Je t’aime moi non plus, de la misma manera que no se le puede educar en el sexo con los gritos de Gianna Dior en cortos vídeos de stepmom.

Y se puede enamorar con Orgullo y prejuicio de Jane Austen, pero no con los relatos surrealistas que se pueden encontrar en las pestañas de cualquier página ­porno.

La pornografía sustituye las últimas e inofensivas filas de los cines

Para que un adolescente descubra que nadie es de su propiedad, tiene que pasar por un desamor y, para ello, la educación familiar es necesaria. Pero también una protección tecnológica para que puedan desarrollar inteligencia emocional ante tanta información contraproducente.

A esta asfixiante velocidad, ellos también deben decidir hacia donde se dirigen. Por eso, una relación íntima no es un orgasmo a cualquier precio y con encuentros casuales, porque si este es el camino, estamos llevando a nuestros menores a correr más rápidos que los algoritmos.

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