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El principio del cerdo en Europa

Alfredo Pastor Profesor de Economía del Iese

Lentamente se van dibujando los contornos de lo que puede ser el futuro próximo de Europa. Aunque pesa mucho más lo que no sabemos que lo que podemos intuir, algunas líneas parecen bastante sólidas.

La primera es la perspectiva del estancamiento demográfico. Está ocurriendo lo que algunos vaticinaban hace casi un siglo: los europeos hemos descubierto que hay maneras más remuneradoras, más interesantes o más divertidas de pasar el tiempo que la crianza de los hijos, y hay cierto consenso (quizá equivocado) de que la tendencia es irreversible.

 

Gonzalo Fuentes / Reuters

Las previsiones apuntan a que, en las próximas décadas, la población europea se reducirá en unos 50 millones de personas, algo más de la población actual de España. No está previsto que la inmigración cubra del todo ese déficit. El envejecimiento resultante, si no se compensa con un aumento de la productividad media, obligará a dedicar una parte creciente del PIB a sanidad y pensiones.

La segunda la impone el cambio climático: ya estamos viendo que la transición energética será bastante más lenta de lo que nos recomiendan los expertos. En cambio será mucho más cara de lo previsto, porque las estimaciones de la ayuda que requerirán los países más pobres para llevar a cabo esa transición se han ido elevando hasta alcanzar cifras que antes se llamaban astronómicas (hoy se llaman económicas): más del doble del producto interior bruto de España por año. Los recursos habrán de salir, en buena parte por lo menos, de los bolsillos europeos.

La tercera perspectiva es el aumento de los gastos en defensa que exige la “autonomía estratégica” de Europa. ¿Una necesidad imperiosa? Voces autorizadas nos repiten que sí. Sin embargo, tengamos presente que el sentido común nos avisa de que el rearme general puede aumentar el riesgo de un conflicto, aunque sospecho que la versión oficial se impondrá, al menos de momento. Más gasto.

¿No le parece que es muy probable que el nivel de vida europeo disminuya en el futuro próximo?

Con ese panorama, ¿no le parece al lector que es muy probable que el nivel de vida europeo disminuya en el futuro próximo? No se engañe: aunque nuestro PIB muestre un modesto crecimiento, en ese PIB pesarán más los cañones que la mantequilla y las placas solares que las viviendas sociales; parte de nuestra economía no estará disponible para satisfacer otras necesidades, deseos o caprichos más mundanos. El ciudadano europeo notará que ha de apretarse el cinturón. Deberían notarlo sobre todo los más ricos, porque hay que llegar a una distribución de la renta un poco más equitativa.

Entre los economistas se conoce como “principio del cerdo” la máxima que dice que, cuando una cosa es buena, más es mejor. Según ese principio, apretarse el cinturón, tener menos de esas cosas buenas, es algo que reduce nuestro bienestar, algo a lo que uno tiene derecho a oponerse.

Pero antes de salir a la calle con nuestro chaleco amarillo, recordemos que el principio tiene un alcance muy limitado, ya que la economía se ocupa solo de la riqueza material, y nuestra felicidad se nutre de otros muchos elementos. “Para pensar hay que comer”, decía el antiguo adagio. Pero comemos para pensar, no pensamos para comer. A partir de cierto punto, más de una cosa buena no es mejor. ¿Quién no ha tenido una indigestión o ha padecido una resaca?

Un poco de austeridad y algo más de fraternidad para con los menos favorecidos nos ayudarán a ordenar caprichos, deseos y necesidades. El principio del cerdo ha dado sus frutos, pero es hora de abandonarlo. A cada puerco le llega su San Martín.

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