Gente de bien en el Lliure

Gente de bien en el Lliure

La “gente de bien” que Alberto Núñez Feijóo lanzó al debate público triunfa entre sus adversarios políticos. Pedro Sánchez no para de pedirle que concrete a quién se refiere mientras desacredita el concepto pasando lista de quienes nunca podrán formar parte de ese club tan selecto. Hace años La Cubana estrenó el musical Gente bien , pero la falta de preposición añadía lentejuelas y fijaba una imagen más marcada. En Barcelona serían pijos. En Madrid, cayetanos. Feijóo, en cambio, alude a un grupo indefinido, sin marcas estéticas ni origen claro. La buena gente.

Los actores Jordi Bosch y Emma Vilarasau en 'Tots eren fills meus' de Arthur Miller dirigida por David Selvas en el Teatre Lliure

 

Europa Press

Con tan pocos datos, no era fácil localizar algún espécimen que respondiera a la categoría subrayada por la feijoada. Me pasé la semana buscando a alguien que encajase en el rol entre mis amigos, conocidos y saludados. Analicé figuras prominentes del mundo de la política, el deporte, la cultura... Incluso recurrí a personajes de ficción para culminar mi búsqueda: ¿el inefable padre Brown?, ¿la criada Félicité que Flaubert describe en Un corazón sencillo ?

Al final localicé un ejemplo indiscutible en el Teatre Lliure de Montjuïc. Se llama Joe Keller y protagoniza una de las mejores obras de Arthur Miller: Tots eren fills meus . En el montaje de David Selvas lo encarna de modo excelente el actor Jordi Bosch. Keller es un fabricante de piezas de avión que, durante la Segunda Guerra Mundial, sirve material defectuoso al ejército, provocando la muerte de muchos jóvenes soldados. El buen hombre consigue esquivar la condena cargándole el mochuelo a un socio pusilánime y se enriquece tras la victoria aliada. Quien haya visto alguna vez esta intensa pieza de Mi­ller sabrá que Keller es un ejemplo inmejorable de la “gente de bien” que defiende Feijóo, en la subvariante “hombre de provecho”.

Cada país tiene su cuota de bienhechores respetables, que tiende a imponer sus criterios

Cada país tiene su cuota de bienhechores respetables, con una tendencia irrefrenable a imponer sus criterios, prohibir lo que no les gusta y mirar hacia otro lado cuando alguna injusticia flagrante puede poner en peligro su posición. Encantadores y triunfales, son los héroes del silencio, capaces de aguantar lo que haga falta en nombre de una ficticia respetabilidad que les abre las puertas al cielo de Carrero Blanco.

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