Dejad a los niños en paz

Dejad a los niños en paz

Ahí está la tierra que se abre bajo tus pies: solo tienes 11 años y ya intuyes que, de algún modo, aquello no va a salir bien. A ti te habría bastado con una capa de Supermán, siempre has soñado con la idea de salir volando, pero tu abuela ha insistido tanto en hacerte ella un disfraz especial que al final cedes, vaya si cedes.

–¡Serás la dama de las nieves, cariño!

–¿La... qué?

Tras dos semanas de tortuosas pruebas de talla y arreglos, la cosa está lista.

–Falta el gorro, me dice.

El vestido no es un vestido como tal sino un conjunto formado por una especie de corpiño con su suéter de cuello cisne y una falda a medio camino entre bailarina y payaso de circo. Color rosa. El traje se corona con un capirote de hada, plateado. Eso no es todo: el disfraz lleva adornos. Un montón de tiras de papel de un palmo cosidas a lo largo y ancho de las telas y del gorro. Aquello da como resultado la mutación fantasmagórica de niña en dama, de las nieves, lo que sea que signifique eso. No hay marcha atrás. La calle no espera.

La rúa de pueblo. Pisas plaza, te reúnes con las colegas del cole, que empiece la fiesta. Ay, ¡adónde vas tú, criatura! Nadie identifica tu disfraz, así que a tu paso todos se entretienen tirando de los adornos hasta dejarte como un pollo desplumado. No es que te arranquen las tiras de papel, no, es que sientes que te arrancan la piel a tiras. En realidad la tal dama no es más que un trasunto de gallina Caponata. Es en ese fotograma tuyo hecho trizas donde nace un acusado sentido del ridículo que te acompañará por los siglos de los siglos.

CARNAVAL DE PLAYA DE ARO 01-03-14 INMA SAINZ DE BARANDA

 

LV

En los años siguientes te pones en modo Escarlata. Pones a Dios por testigo que nunca más te disfrazarás, jamás. Y cumples. Hasta que llega la maternidad y la coherencia se va a tomar viento. No es que cedas, es peor: disfrazas a tus hijas con todo el dolor del alma. Maldices tus nulas dotes para coser o cortar. En el festival escolar, tus hijas visten el disfraz más feo de toda la clase y una peluca amarilla (no verde, como el resto) que encuentras a última hora y de milagro en una tienda de los chinos. La tortura. Ellas solo querían una capa de Supermán y tú, haber salido volando.

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