Por imperativo familiar, seguí las doce campanadas por Antena 3 y todo por Cristina Pedroche o, para ser precisos, por el misterio de su vestido, una de las pocas tradiciones navideñas que me la traen al pairo.
Hubo cosas peores: miles de callejeros viajeros en pueblos y aun capitales de provincia –Girona o Castellón– se quedaron sin campanadas –inaudibles– frente a iglesias y catedrales. Ya lo dicen los casados: ¡cómo en la calle no se está en ninguna parte!
Hablando, pues, de castigos divinos y dejado dicho lo del “imperativo familiar”, ¡menuda decepción a pesar del preceptivo canto a la solidaridad!
Antes de las campanadas, la presentadora explicó con la debida solemnidad –no sea que la gente se evada más de la cuenta– que su primer vestido –espantoso, para mi gusto– había sido confeccionado por 75 refugiados de diez países, y contenía sus deseos para el 2023. “Apostemos por la solidaridad, la empatía y el amor”, señaló. Después, llegó lo que, al parecer, justifica el éxito de audiencia: despojarse del batín –en términos boxísticos– y saltar al ring a calzón quitado, lo que permitió especular sobre el incipiente embarazo de Cristina Pedroche
No hay show televisivo sin unos segundos de ‘solidaridad’ (y damos paso a la publicidad)
Nada nuevo. ¿Cómo íbamos a despedir un año extraño sin la preceptiva ración moralista, en este caso, el-drama-de-los-refugiados? Yo ya entiendo que la televisión es entretenimiento y si hay que chafardear en la vida de personajes y personajillos, se hace, con tal de ganar audiencia. Se trata de empresas cuyo objetivo, legítimo, es ganar unos euros.
Lo malo es que los mismos que promocionan espacios sexistas, métodos casposos –enseñar cacho– y airean tentaciones insulares te sueltan después cuatro frases sobre los negritos de Biafra. ¡Perdón! Sobre los refugiados, las tribus del Amazonas, las jóvenes de Afganistán y la muerte del planeta (que no falte en una mesa ese brindis por la madre Tierra). Nada, cuatro palabras, un deseo y damos paso a la publicidad.
Cada Navidad, veo –y no me canso– Plácido, una joya de Berlanga-Azcona, rodada en Manresa... ¡en 1961! Ahí está retratada esa solidaridad que tanto se lleva.