¿O sea que también hay movimientos sociales en China? Como en todas las sociedades. Pero nos han pintado la imagen de China como un universo totalitario donde nada se mueve, por eso sorprende la ola de protestas contra el confinamiento en múltiples ciudades. De hecho, en el siglo XXI conforme se tensionaba la sociedad en el proceso de transformación económica ha habido anualmente decenas de miles de protestas, muchas de ellas violentas, que han sido contenidas mediante concesiones y cooptaciones. Pero son protestas de ámbito local contra los desahucios urbanos o las confiscaciones de tierras rurales. Ahora estamos ante un fenómeno distinto, en el que la indignación por las consecuencias humanas de los confinamientos se convierte en protesta contra la censura y contra Xi Jinping.
La cuestión es que en marzo el relajamiento del confinamiento condujo en Shanghai a un rebrote de contagios. Porque las vacunas chinas son menos eficaces que las nuestras y el sistema sanitario es deficiente. De modo que, frente a las nuevas olas de la pandemia, China solo conoce un recurso que le funcionó adecuadamente en el 2020: el confinamiento y la separación de contagiados, rompiendo familias. Una sociedad urbana educada e informada sobre el mundo como es la China actual no está dispuesta a encerrarse otra vez.
El pasado abril tuvo lugar en Shanghai una amplia protesta en las redes sociales. En noviembre se produjo una protesta de mayor gravedad en la fábrica Foxconn, una empresa taiwanesa situada en Zhengzhou. Un brote de covid llevó al despido de miles de obreros. La empresa contrató nuevo personal y prometió pagas extra. Cuando estas pagas no llegaron, hubo una explosión de ira que fue reprimida con extrema violencia por la seguridad de la empresa, con la consiguiente paralización de la producción. Y esta es la empresa que produce la mitad de los iPhones del mundo.
Las redes sociales se hicieron eco de una tragedia en Urumqi, donde murieron diez personas en un incendio al no recibir auxilio por estar confinadas. Las redes se poblaron de denuncias de tragedias familiares similares. La indignación generalizada llevó la protesta de las redes a las calles, siguiendo el clásico patrón de los movimientos sociales en la era de internet. Miles de personas con hojas de papel en blanco para simbolizar la censura se manifestaron en la calle Wulumuqui de Shanghai y en el puente de Linchang en Pekín, así como, según me cuentan mis colegas de la Universidad Tsinghua de Pekín, en el campus de dicha prestigiosa universidad. Y de ahí, protestas similares, siempre combinando internet y la calle, en Wuhan, Xian, Chengdu, Hong Kong, Cantón, Chongqing y muchos otros lugares.
En distintas ciudades chinas, las protestas siguen en internet y vuelven a saltar a la calle
La policía detiene selectivamente, pero no ha practicado violencia masiva. Algunos gobiernos locales están levantando las restricciones. El Partido Comunista suelta lastre para aplacar los ánimos. Las protestas continúan en internet, con fórmulas que evaden la censura. Y vuelven a saltar a la calle cuando pueden. La sociedad china también se mueve, como lo hizo durante toda su historia.