No contentos con que la cuñada de un amigo se haya disfrazado de bruja para celebrar Halloween, un puñado de estadounidenses famosas nos hace saber que practican el colecho por las noches.
El colecho consiste en dejar dormir con las madres a los hijos de hasta diez y once años, cuando ya podrán ir solos al psicólogo a contar angustias antes de que sea tarde y lo hagan para denunciar las represalias de los compañeros de aula que se ciscaban en el colecho y los colechantes.
Yo ya entiendo que a ciertas edades dormir solo cuesta, pero hacerlo con mamá...
La capacidad de EE.UU. de enviarnos memeces es aún más potente que en el siglo XX –lo de la separación de poderes, en cambio, no nos entra–, por lo que conviene cachondearse a tiempo antes de que los españoles veinteañeros no se limiten a vivir a pan y cuchillo en el domicilio familiar y reivindiquen su cuota vitalicia en el tálamo paterno, en aras de la estabilidad emocional.
Yo ya entiendo que a ciertas edades cuesta dormir a solas por miedo a la oscuridad y más si resides en una mansión de renta limitada en Long Beach, California, pero no le veo la pedagogía activa a lo de dormir con mamá, desplazando así a papá, al novio de mamá o a un miembro del colectivo de gigolós sin afán de lucro de Long Beach, California (por si no queda claro).
Como es natural, habrá que esperar a que la American Society de pediatría emita un informe sobre los beneficios del colecho en el desarrollo integral de los preadolescentes, a quienes recuerdo su obligación de pagarnos las pensiones hasta el último centavo el día de mañana, no sea que olviden tan sagrada obligación.
Hay que reconocer, las cosas como son, que las actrices que practican el colecho difieren de Sharon Stone, que cruzaba las piernas y enfebrecía a los niños españoles en sus noches solitarias, y se han atrevido a compartir imágenes en Instagram de esta tierna costumbre, cuyo espíritu puede recordar a las familias realquiladas que gozan de las ventajas del colecho sin saberlo ni beberlo.
Lo importante es no pasar miedo ni angustias de pequeñitos y sentir que siempre hay un hueco en la cama materna, no sea que crezcamos sin taras afectivas.