A las tres serán las dos

CONFUSIÓN VITAL

A las tres serán las dos

Extraño octubre el que estamos viviendo. En mi casa hay más mosquitos que en verano y se escucha un grillo por la noche. Mirar escaparates de ropa para la temporada de otoño-invierno da grima. Y el puente de noviembre puede ser una buena excusa para volver a calzarse unas chancletas.

Sin acabar octubre, y sin haber pasado el puente de los Santos, ya estamos muertos en la Champions. Y eso que el campo del Barça se llenó un miércoles, sabiendo antes de empezar que el equipo ya estaba eli­minado. Extraño octubre este. La tempe­­ratura fue lo único agradable de la noche. Eso sí, hubo momentos que se alcanzó el bochorno. Los presentes llegamos a celebrar una recuperación de pelota de Bellerín o un saque de banda forzado por Dembélé. No hay nada como cambiar de presidente para templar el estado de ánimo de la grada. Pasar­ de uno que se comía las sílabas a otro que no come sílabas, pero parece comer muchas otras cosas. Y la afición, y gran ­parte de la prensa, a tragar, que no estamos tan mal.

En el Camp Nou en el minuto 17:14 se sigue cantando in-inde-independència. Más flojito. Con menos énfasis. Pero tiene mérito que se siga entonando viendo el panorama. Se cumplían cinco años de la declaración de independencia, y su artífice, Carles Puigdemont, reivindicaba desde Bélgica aquella gesta haciéndonos saber que un quinquenio después nadie había revocado o anulado la DUI. Quien no se conforma es porque no quiere. Fue ese mismo año, el histórico 2017, cuando el Barça le remontó al Paris Saint-Germain un 4-0 metiéndole un 6-1. Luego nos eliminó la Juve. Pero, oye, nadie revocó el 6-1.

opi-3 del 29 octubre

 

Martín Tognola

El 2017 fue un año de espejismos. Había una importante parte de la población catalana creyéndose que estaban a punto de ver nacer un nuevo país, más justo, más democrático, donde hasta el recibo de la luz sería más barato. Aún pagamos parte de aquella factura y parte de aquella fractura. Algunos que se apropiaron de palabras tan grandes como libertad hoy muestran su auténtica cara. Ese otoño del 2017 Francesc de Dalmases publicaba un artículo en Nació Digital titulado “Puigdemont i Évole, dues setmanes”. Allí hacía referencia al manifiesto que tuve el gusto de leer junto a Mònica Terribas, “Per la llibertat de prensa i per totes les llibertats”. Dalmases destacaba un pasaje donde se hablaba de coacciones a periodistas por parte del aparato del Estado. Luego me afeaba la entrevista que le hice a Puigdemont a las puertas del 1 de octubre. Se ve que no pregunté lo que él quería. Y acababa su artículo apelando a que en el futuro no se borrase el recuerdo de aquellos que pudiendo ser parte de la solución optaron por ignorar el problema. Para entendernos, una especie de “cuidao, que nos vamos a quedar con vuestra cara, traidores”.

Hubo más de un Dalmases en aquellos momentos. Querían silenciar cualquier voz que les estropease el relato. Su pensamiento entonces era hegemónico. Luego su mundo se fue reduciendo. Y fueron apareciendo traidores cada vez más cerca. Cinco años después, tiene a traidores en su propio partido. Junts se hacen llamar, menudo oxímoron en una sola palabra.

El ‘procés’ no se acabará nunca; del ‘procés’ sigue viviendo demasiada gente

Ahora tenemos otra ilusión colectiva. Nos dicen que el procés se ha acabado. Otro espejismo. El procés no se acabará nunca. Del procés sigue viviendo demasiada gente. Fíjense que hasta el propio Feijóo tira de él para ser el candidato que quiere Ayuso. Porque si no es así, la candidata acabará siendo ella. Y ojo con la retroalimentación: en Catalunya, son los Dalmases los que sueñan con un gobierno español de PP y Vox. Esta noche a las tres serán las dos. Pero algunos retrasarían mucho más sus relojes.

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