¿Revelarse o rebelarse?

¿Revelarse o rebelarse?
Màrius Serra Escritor y enigmista

El título de este Runrún serviría para referirse a las nuevas complejidades semánticas que adquiere el adjetivo junts en catalán, pero la columna no va de ningún partido político sino de política en los términos que la flamante Nobel Annie Ernaux adjudica al acto de escribir. En la página 73 de Tres desitjos abans de morir, de Espartac Peran (La Campana), se lee, traduzco: “Nos pareció que mamá se revelaba desde el más allá”. El contexto es emocional y, a la vez, explica bien dos de las almas de este país.

Peran, que ha escrito un libro autobiográfico muy bien construido sobre las pérdidas, describe un incidente memorable sucedido durante el entierro de su madre, Walkiria Masafrets, una pescadera muy querida en Mataró a quien todos llamaban Walki. Los Peran Masafrets vivieron con los cristales empañados desde la muerte, por accidente, de su hijo de nueve años. El mayor. Tras la tragedia, sobrevivieron como pudieron con su segundo hijo y, en un intento de avanzar sin arrastrar los pies, tuvieron dos hijos más. El libro empieza con las visitas semanales del pequeño Espartac al cementerio de Mataró para limpiar la tumba de su hermano Eliseu. La descripción detallada de las lápidas de los nichos vecinos a través de los ojos del niño es de una fuerza extraordinaria. Todos los muertos son iguales, aunque sus vidas hayan sido tan dispares.

Un caso singular de dilogía entre la revelación y la rebelión que explica bien las dos almas del país

Años después, volvemos al cementerio. Aquellos padres apesadumbrados por la pérdida del primogénito han muerto con solo cuatro meses de diferencia. Primero Diego Peran, de tradición familiar católica, y poco después Walki Masafrets, de tradición familiar anarquista. Eso nunca fue un obstáculo para la convivencia, pero una de las instrucciones más claras del testamento vital de Walki es que no quiere ninguna cruz. En el nicho donde reposa el llorado Eliseu, que es donde quiere ser enterrada, no hay cruz alguna, pero hace demasiado poco que lo han abierto para depositar en él los restos de Diego, de modo que deberá descansar lejos de su hijo hasta que pase el periodo establecido. Cuando la entierran en el nicho de la familia paterna Peran Díaz, los hijos observan consternados como una gran cruz metálica preside las letras de los apellidos, contraviniendo la voluntad de la difunta. Pero entonces, el relato da un giro inesperado. Cuando los albañiles ya se iban, cae la cruz. Golpea contra el cristal que cubría el nicho y lo rompe en mil pedazos. “Nos pareció que mamá se revelaba desde el más allá”.

La pregunta es: ¿se revelaba o se rebelaba? A primera vista, parece una falta de ortografía, pero resulta que ambos verbos son pertinentes aquí. Hay instantes (como el 1 de octubre) en los que las dos almas del país confluyen, en un caso muy singular de dilogía entre la revelación y la rebelión, pero son efímeros.

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