Vacunas y balas

Vacunas y balas

Una de las características que definen el espíritu de nuestra época es asistir, día tras día, al reinado de las paradojas. Una de las más notables paradojas es que los estados modernos son capaces de actuar para salvar la vida a los ciudadanos ante la pandemia de covid y, al mismo tiempo, son incapaces de impedir que las armas sigan gobernando el mundo. Asistimos a ver que el presidente de EE.UU., Joe Biden, alerta de la viruela del mono afirmando que “debe preocupar a todo el mundo” y, días más tarde, ante la masacre en Texas donde han muerto 21 personas, la mayoría niños, manifiesta que “como nación, tenemos que preguntarnos cuándo en el nombre de Dios vamos a enfrentarnos a los grupos de presión a favor de las armas; cuándo, en el nombre de Dios, vamos a hacer lo que en el fondo sabemos que hay que hacer”. La paradoja nos muestra una obsesión creciente en procurar protección y curación de los individuos y, al mismo tiempo, apelar a Dios y asumir la impotencia para detener las muertes por armas de fuego, como ha hecho Biden, como humano y presidente de la nación más poderosa del mundo. Es posible dedicar miles de millones de dólares para disponer de vacunas contra la covid o la viruela del mono, pero no somos capaces de detener las sucesivas masacres con armas de fuego que, año tras año, golpean a la sociedad norteamericana.

foto XAVIER CERVERA 27/12/2021 yolanda, de mas de 50 anos, recibe moderna tras las dos primeras pfizer, a vacuna covid de fira montjuic ,hoy q se cumple un año q empezaron a ponerse las vacunas en este vacunodromo (el mas grande de catalunya) de barcelona
Xavier Cervera

En el año 2011, el escritor y periodista Rafel Nadal publicó un excelente ensayo titulado Los mandarines donde describe una serie de anécdotas de personalidades del mundo de la política que él vivió en primera persona, que desvelan un mundo gobernado por la ambición, el orgullo y la traición. Uno de los personajes que Nadal conoció fue el general soviético Alexánder Lébed, en Amsterdam. Nadal relata su conversación con el general, que en 1996 se presentó a la presidencia de Rusia. Lébed defendía que “el mundo era un caos donde mandaban los más fuertes, hasta que Colt inventó la democracia”. Nadal y otros periodistas le preguntaron sorprendidos: ¿Colt? Sí, Samuel Colt, el norteamericano que inventó el revólver más popular de las películas del Oeste. El inventor del Colt. Ante la pregunta de qué tenía que ver míster Colt con la democracia, Lébed respondió: “En el Oeste solo podían mandar los más fuertes, los que dominaban físicamente. Colt dio una oportunidad a los débiles, igualó las cosas. Él inventó la democracia. Es indiscutible”. Nadal cierra su retrato señalando que, por suerte, Lébed no llegó a presidente. Lébed no llegó a la presidencia pero sí lo hizo años más tarde Vladímir Putin, que, tras la marcha de Borís Yeltsin, ocupó la presidencia de Rusia, hoy está embarcado en la invasión de Ucrania, donde ya han muerto más de 4.000 civiles. La escena que describe Nadal demuestra la profunda vinculación cultural y económica de EE.UU. con las armas de fuego. Recordemos que la revolución propiciada por Colt que cambió la visión de los norteamericanos sobre su derecho de protección hizo que se acuñara la siguiente sentencia: “Dios creó a los hombres; Samuel Colt los hizo iguales”.

La masacre en Texas donde han sido asesinadas 21 personas, de las cuales 19 eran niños de entre 7 y 10 años, provoca un enorme desconcierto, no solo por el hecho en sí mismo, sino por la paradoja en la que viven instalada las sociedades modernas, que deben aceptar, sin contradicciones, que se incentive económicamente a la industria armamentista, signo de barbarie, y al mismo tiempo que se destinen millones de dólares y euros en procurar que los hombres no enfermen y, sobre todo, evitar el dolor.

Conviviremos con logros científicos que mejoran la vida de las personas y con guerras que las matan

El dilema al que deben enfrentarse los estados modernos es dilucidar por qué se pueden establecer como objetivo central de la gestión de la sociedad, la vida, la curación de las enfermedades o alcanzar el sueño de la inmortalidad mientras que, al mismo tiempo, se fomentan guerras y conflictos por intereses políticos y/o econó­micos. Cuando creíamos encontrarnos por fin ante un cambio histórico decisivo definido por una apuesta decidida por la ciencia y la lucha contra el cambio climático, ahora sabemos que deberemos convivir con vacunas y balas, con logros científicos que mejoran la vida de las personas y con guerras que las matan. La masacre en Texas no puede desconectarse de la guerra en Ucrania; en ambos casos, los que gobiernan la acción son los fanáticos, los violentos, los que se mueven presa de la furia y cultivan el odio. Y que necesitan que haya víctimas para mostrar al mundo su fuerza.

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