Hacemos unas sombras?”. En la noche malagueña, Guillermo Busutil –último premio Nacional de Periodismo Cultural– nos muestra, a la luz de la luna, destellos del esplendor de su insólito pasado de púgil. No solo domina, literalmente, el juego de piernas, sino que sus comentarios –algunos los podemos leer en el suplemento Cultura/s de este diario–sobre literatura, artes plásticas, música, radio o arquitectura aplican aquella máxima de Muhammad Ali: “Vuelo como una mariposa, pico como una abeja”.
Lector contagioso y febril, Busutil exclama: “No entiendo que las campañas de promoción de la lectura pongan siempre énfasis en ‘el placer’ de la lectura. ¡El placer no necesita promoción! Habría que insistir más en la disciplina, en leer como hábito, igual que uno va al gimnasio, por sus beneficiosos efectos”.
No se imaginan todas las maravillas que se esconden detrás de un bostezo
Disciplina, rutinas, horarios, objetivos, métodos... ¿Les suena aburrido? Pienso en la suerte que tuve de que mi profesora de literatura me obligara un día a leer La Regenta, uno de mis mayores (e inesperados) placeres de lector adolescente. ¿No se aburre nunca Rafa Nadal cuando se entrena? ¿No se aburren los estudiantes que preparan la selectividad? ¿Los que escriben libros? Sí, se aburren. Y bienvenido sea ese tedio que provoca la constancia, que nos invita a romper límites, heraldo de una recompensa a largo plazo. En el recién publicado La enfermedad del aburrimiento Josefa Ros Velasco analiza todas las variantes de esta sensación “imprescindible y celebrable”, dice, cada vez más estudiada en las universidades (descubro ahí que existen unidades de Estudios del Aburrimiento, o Boredom Studies). Bonita asignatura: “¿Tú qué estudias?”. “Yo, Aburrimiento”.
“El aburrimiento es malo porque duele, pero bueno porque conviene”, sintetiza Ros Velasco. Pidamos a nuestros políticos que hagan cosas tan aburridas como recoger las basuras, construir guarderías, respetar y recuperar el medio ambiente y diseñar un transporte y una sanidad eficientes. Ya nos divertiremos luego nosotros yendo al cine.
No se imaginan todas las maravillas que se esconden detrás de un bostezo.