Avisados ya del sinvivir de los pollos de granja; de si la ómicron es gripe o non; si vende más Ayuso o Casado; si los mossos traperos serán todos destituidos antes de que los corruptos los destituyan por investigarlos, o de si la greenflation encarecerá tanto la transición energética que dejaremos que la Tierra se caliente más... Ayer nos llegó el último dilema desde los confines de la galaxia. O quizás –ahí está la noticia– desde más cerca.
Y es que, cuando lo entrevistaba para La Contra, el Nobel de Física Frank Wilczek calificó la polémica que divide a los científicos sobre si es temerario o necesario que el recién lanzado telescopio James Webb avise de nuestra existencia a extraterrestres peligrosos en potencia para nuestra supervivencia planetaria de... gratuita.
Porque si una civilización alienígena hubiera querido destruirnos, razonaba el Nobel, ya lo habría hecho desde el primer momento en que emitimos la primera señal de inteligencia, el dominio del fuego, observable desde el espacio. Si los extraterrestres no nos han reducido a cenizas antes de que nos reduzcamos nosotros mismos con una contienda nuclear, un virus salido del laboratorio o calentando el planeta, es porque no han querido. Y lo más probable es que nos hayan observado –apunta– y que, de hecho, nos estén monitorizando aquí en la Tierra sin que les inquiete nuestro progreso y sin que lo advirtamos gracias a su superioridad tecnológica.
Si una civilización alienígena hubiera querido destruirnos, ya lo habría hecho
Wilczek sale al paso de otro astrofísico de prestigio, Michio Kaku, quien teme que proclamar nuestra existencia atraiga conquistadores extraterrestres, “como Hernán Cortés, que nos aniquilen y esclavicen como hizo él con los aztecas”. (Como los aztecas eran tan esclavistas, al menos, como Cortés y, además, caníbales, de ser ellos nuestros invasores temo que no habríamos tenido mejor suerte).
Y ahora es cuando decidimos, tras pagar los 10.000 millones de dólares del telescopio, si ser humano es encerrarse en tu mundo desconfiando del exterior o abrirse al conocimiento y explorar el universo. Elijamos, pues, si nuestro origen es nuestro destino; o si ser persona consiste, precisamente, en trascenderlo. Yo estoy con Wilczek.