Vamos a imaginarnos un país que renuncia a hacer proyectos de energías renovables. Que no quiere que se instalen parques eólicos ni grandes bloques de placas solares porque afean el paisaje. Que renuncia también a la energía nuclear que tiene fijado el 2035 como fecha definitiva para el apagón de todas sus centrales. Que está en pleno proceso de reducción de emisiones para la descarbonización de la economía que exigen los acuerdos de París. Y que, al mismo tiempo, se niega a albergar en su territorio líneas de alta tensión para trasladar desde otros puntos del exterior la energía que le falta para el consumo privado y para sus industrias. ¿Tiene futuro este país? La respuesta es que no. Y este país es Catalunya.
Por mucho que avancemos hacia una sociedad más responsable y eficiente que no gaste más energía de la estrictamente necesaria como apunta el ingeniero Joan Vila en su libro Economia en el canvi climàtic , las necesidades básicas que tenemos tienen que cubrirse sí o sí. La cultura del decrecimiento a ultranza puede ser tan disparatada como la contraria centrada en un consumismo descontrolado al margen de las necesidades del planeta.
El Govern de Catalunya tiene que apostar por impulsar las energías renovables, que sufren un parón de más de diez años, o llenar el país de líneas de alta tensión para que se conduzca la energía que es incapaz de producir. No hay alternativas. Se puede seguir haciendo de avestruz con la cultura del no a todo como estrategia principal pero el riesgo es que la energía se encarezca y muchas industrias prefieran irse a otros lugares donde les garanticen un servicio más barato y eficiente. Como explica hoy Antonio Cerrillo en nuestras páginas del suplemento Dinero , el Govern prepara un decreto de implantación de energía limpia que puede ser aún más restrictivo.
El desmesurado precio de la luz, la dependencia del gas ruso y argelino, la dificultad de la descarbonización y el riesgo de las nucleares han convertido el debate energético en el más crucial para nuestro futuro. Estaría bien que se superasen demoras del pasado y que se asumieran decisiones de forma valiente. La dependencia energética de Catalunya del exterior es una hipoteca evidente para su futuro.